Monday, October 08, 2007

Fox el mañoso

En El Universal Raymundo Riva Palacio centra sus ataques en la personalidad trepadora de Marta Sahagún a quien de “fiera, mendiga y encajosa” no la baja.
“Como el Cid Campeador, Fox revive cada vez que se le cree muerto. Abrir las puertas de su rancho San Cristóbal a la revista Quién, la publicación que sirve de álter ego para los wannabes de la sociedad mexicana, le generó una nueva ola de acusaciones, denuncias, lamentos y un potaje que mezcla imputaciones de cinismo, corrupción y a la infaltable señora Marta.
Fox parece herido y Marta Sahagún, su trepadora esposa que ha hecho las veces por años de cariñosa compañera, es una fiera, como siempre, amenazando periodistas, presumiendo relaciones, hartando en los medios y buscando ejercer un poder que se le prestó un rato pero que hoy no tiene”.


Mendiga de lujo
Luis Miguel Moreno, propietario de CMM Consultores, le reveló a un reportero de EL UNIVERSAL, que el jeep rojo todo terreno con el cual ha aparecido Vicente Fox en varias fotografías no fue producto del esfuerzo del ex presidente, sino, muy probablemente, del de su esposa, Marta Sahagún. Moreno contó que en 2001 logró un contrato con la Fundación Vamos México para comercializar 5 millones de boletos tipo “ráscale”, y que conforme iban aumentando sus pedidos igual se incrementaban las solicitudes extraordinarias de la ex primera dama. Como por ejemplo, cuando en 2002, para celebrar el Informe presidencial, le pidió un jeep como el que usaba el presidente George W. Bush en su rancho en Texas. El 1 de septiembre de ese año, con una factura a nombre de otra persona, lo entregó en Los Pinos.
La revelación de Moreno es tremendamente significativa, pues por primera vez pone al descubierto el modus operandi que empleó la ex primera dama durante el arrogante reinado que presidió en Los Pinos. Mendiga de lujo, la señora Sahagún ejerció una permanente presión sobre la clase empresarial y en los círculos de poder político para allegarse bienes, conseguir recursos y obtener protección para su familia.
Marta Sahagún era terriblemente encajosa. Una de las perlas más significativas se dio en octubre de 2001, cuando para el lanzamiento de Vamos México organizó en el Castillo de Chapultepec un concierto con Elton John. No fue una función filantrópica, sino bajo el esquema de recaudación de fondos. Pero tampoco fue voluntaria, sino forzosa. La señora se dedicó a hablar a empresarios de todo tipo para presionarlos a que le compraran mesas de 10 lugares, a 10 mil dólares el cubierto, como su contribución a tan noble tarea. Muchos empresarios, aunque refunfuñando, compraron mesas completas.
Marta Sahagún también era atrabancadamente encajosa. Trepadora social, no había tenido realmente una oportunidad para encontrarse en el lugar adecuado. En Celaya, donde vivía con su familia antes de involucrarse con Fox, alternaba la venta de quesos en las esquinas con la atención a su botica veterinaria. Su vestuario, del que tanto se habla, era muy modesto en aquellos años, e incluso en los que fungió como responsable de comunicación social del entonces gobernador de Guanajuato. Cuando ganó la elección y era presidente electo, su ex amigo Lino Korrodi, le daba dinero para que se comprara mejores ropitas y zapatos. Pedir nunca se le quitó. Con el paso del tiempo llegó a pedir ropa fina que llegó a ver en las casas de algunas amistades coyunturales que adquirió como primera dama.
Este hábito, narrado por algunas damas de la más alta sociedad que la padecieron y la despreciaban en su fuero interno, fue desapareciendo. La ropa, paradójicamente, la desnuda. Hay propietarias de boutiques en la aspiracionista avenida Mazaryk en la ciudad de México que recuerdan cómo llegaba, regularmente con sus escoltas, a vaciar los estantes de Escada, Prada y Channel. Sus vestidos más baratos costaban 15 mil pesos.
La nueva rica también era miserable en el alma. No tuvo reparo en golpear sistemáticamente a las hijas adoptivas de su esposo, a quienes les cerró la cartera. Peleó contra la mayor, Ana Cristina, quien jugó siempre del lado de su madre adoptiva, Lilián de la Concha. No pudo con la señora de Los Pinos. Fox decidió cancelar de una vez por todas las disputas palaciegas de la familia, y mandó una larga temporada a Ana Cristina, a la segunda hija, Paulina, y a su madre, Lilián, a Europa.
Les enviaba a las dos menos de mil 500 dólares al mes —una cifra nada cómoda para vivir—, con lo cual podían pagar un piso modesto en el barrio universitario y moverse en transporte público. Nada que ver con otros familiares de ex presidentes que vivieron en el exterior. Pero las carencias de unas eran las bonanzas de otros, los hijos de la señora, los Bribiesca Sahagún. Para ellos Los Pinos y los privilegios. Y los aviones del Estado Mayor Presidencial puestos a su disposición para lo que se les ocurriera.

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