Saturday, April 10, 2010

TAZA DE CAFE



(via 079210)

Friday, April 09, 2010

Una necesidad general e imperiosa cuya satisfacción estaba prohibida por la ley.


La Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América voto una decimoctava enmienda a la Constitución del país, la llamada Ley Volstead, que entró en vigor el 17 de enero de 1920. Esta ley prohibía «la preparación de cualquier bebida embriagante». Las asociaciones de abstemios, que durante decenios habían hecho campaña en favor de la ley, prorrumpieron en vítores de la siguiente manera:

«Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Se acabó el imperio de las lágrimas... Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correcionales quedarán vacíos; los transformaremos en fábricas y graneros. Todos los hombres volverán a marchar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno».

El resultado no se hizo esperar mucho. Apenas promulgada la ley, la nación fue acometida por unas locas ansias de ese zumo prohibido. Establecimientos especializados en levaduras, lúpulo, malta y alambiques abrieron repentinamente sus puertas. Todos los almacenes se vieron inundados por una avalancha de artículos con las instrucciones precisas para fabricar vino y cerveza en el propio hogar. Brotaban del suelo tabernas clandestinas, los llamados speakeasies. Nueva York, que un año antes contaba con 15.000 bares legales, pudo jactarse en el año 1921 de la imponente cifra de 32.000 tabernas con mirilla. [...] El primer decenio de la prohibición arrojó el balance siguiente: medio millón de detenciones; penas de prisión por un total de treinta y tres mil años; dos mil muertos en la guerra del aguardiente de los gánsteres; y treinta y cinco mil víctimas de intoxicación por alcohol.

Thursday, April 08, 2010

Burocracias


La principal diferencia entre un país desarrollado y otro que no lo está no radica en el ingreso ni el consumo de los habitantes, sino en la operación de sus burocracias. Más allá de la informalidad donde se sobrevive robando algo, en los países subdesarrollados la improductividad es evidente en el gobierno. Su lógica no es la de maximizar la eficiencia en su operación, como lo es en un país desarrollado donde la satisfacción del ciudadano es el objetivo central.
En México la burocracia se construyó con un eje rector: el control político. Durante mucho tiempo todo se valía y casi a cualquier costo mientras los responsables fueran leales. Nuestras burocracias transpiran un exceso de personal. Mucha gente no hace gran cosa, mientras que otros hacen tareas incomprensibles.
En la época del priísimo esa burocracia podía funcionar en algunas aéreas impulsadas por un ejército de mandos medios y asesores que le apostaban todo al éxito político de su jefe. No había ciudadanos que reclamaran sus derechos. Bastaba atender a las clientelas políticas y para esa tarea no importaba una buena operación basada en reglas sino la discrecionalidad.
Que los trabajadores del sector público deben estar adecuadamente pagados es justificable si trabajan de forma productiva y si sus derechos laborales no son superiores a los del ciudadano con las mismas calificaciones. En principio un trabajador público tiene como única justificación el ciudadano al que le provee servicios. Cuando el trabajador en el sector público tiene condiciones de vacaciones, pensión, horario y seguridad en el empleo muy superiores a las de los ciudadanos promedio el gobierno es caro y poco eficaz.

Tuesday, April 06, 2010

De los diarios de Gombrowicz


Humor. "El humor consiste en la inversión de todo, hasta el punto de que un verdadero humorista nunca puede ser únicamente lo que es; es lo que es y es lo que no es al mismo tiempo... Saquemos de ello una moraleja: que en los momentos en que las circunstancias catastróficas nos obligan a transformarnos interiormente del todo, la risa es nuestra salvación. La risa nos libera de nosotros mismos y permite que nuestra humanidad sobreviva a pesar de los dolorosos cambios de nuestro envoltorio".

Witold Gombrowicz, Diario (1953-1969), Barcelona, Seix Barral, 2005.