Thursday, May 20, 2010

Privilegio de Grandes


De Ulises a Hector:

¡Sois joven, Héctor! En la víspera de toda guerra, es corriente que dos jefes de los pueblos en conflicto se encuentren a solas en algún inocente pueblito, sobre una terraza al borde de un lago, en el ángulo de un jardín. Y convienen en que la guerra es el peor azote del mundo, y ambos, al seguir con la mirada los reflejos y arrugas sobre las aguas, se sienten pacíficos, modestos, leales. Y se estudian. Se miran. Y, entibiados por el sol, enternecidos por un vino, no encuentran en el rostro enfrentado ningún rasgo que justifique el odio, ningún rasgo que no apele al amor humano y nada incompatible tampoco en sus lenguajes, en sus maneras de rascarse las narices o de beber. Y están verdaderamente llenos de paz, de deseos de paz. Y se separan apretándose las manos, sintiéndose hermanos…
Y al día siguiente no obstante estalla la guerra… Así estamos ahora nosotros dos… Nuestros pueblos alrededor de la entrevista se callan y se apartan, mas no es que esperen de nosotros una victoria sobre lo ineluctable. Se trata solamente de que nos han dado plenos poderes, que nos han aislado, para que gustemos mejor, por sobre la catástrofe, nuestra fraternidad de enemigos. Gustémosla. Es un plato para ricos. Saboreémosla… Pero eso es todo. El privilegio de los grandes, consiste en poder ver las catástrofes desde una terraza.
Jean Giraudoux, La guerre de Troie n’aura pas lieu, 1935

Monday, May 17, 2010

Democracia plebiscitaria


Una de las propuestas que con frecuencia se escuchan para involucrar al ciudadano en el ejercicio del poder político democrático es la de introducir mecanismos de democracia directa como el referéndum, el plebiscito, la revocación del mandato y la iniciativa popular.
La democracia moderna es, por definición, representativa. Aunque Rousseau, el gran teórico de esta forma de gobierno haya preconizado una expresión directa de la misma, en la realidad concreta, la democracia directa no dejó de ser en la modernidad más que, en el mejor de los casos, un ideal-límite de esta forma de gobierno.
La principal objeción a ese modelo está planteada por la impracticabilidad del ejercicio directo en las realidades nacionales de las modernas sociedades de masas. La imposibilidad de la reunión física de los ciudadanos obligó a pensar e instrumentar mecanismos de representación en donde el papel de los ciudadanos se restringía a la elección de quienes, en su nombre, continuarían con las siguientes fases del juego de decisión democrática.
Al cabo de la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo a partir de los años 70, varias democracias constitucionales han incorporado mecanismos de democracia directa como una manera para que el pueblo se pronuncie sobre ciertas cuestiones particularmente relevantes, de manera adicional a las periódicas convocatorias a elegir a sus representantes.
La lógica fue la de fortalecer toda forma de participación ciudadana que fuera incluyente en las decisiones políticas como una vía adicional para consolidar y fortalecer la legitimidad del régimen democrático. su incorporación respondió a tres premisas básicas: a) se trata de mecanismos accesorios y no sustitutivos de las instituciones de democracia representativa; b) la participación directa del pueblo debe ser esporádica y excepcional y debe restringirse sólo a asuntos de una relevancia particular; y c) no cualquier tema puede ser sometido a la consulta popular, existen asuntos de una extraordinaria complejidad técnica o que suponen múltiples soluciones y que, en consecuencia no pueden resolverse entre dos respuestas y que en la gran mayoría de los casos no permiten reflejar ni ponderar soluciones alternativas compuestas y consensuadas.
El espacio natural para procesar acuerdos, consensos, soluciones meditadas y negociadas es el Congreso, no la plaza.
Los instrumentos de democracia directa pueden ser, si se usan de forma ocasional y con múltiples candados y salvaguardas, útiles complementos de la democracia representativa. En cambio, su abuso y utilización a la ligera pueden acarrear graves peligros para el adecuado funcionamiento de los sistemas democráticos.
Los instrumentos plebiscitarios constituyen el sometimiento de ciertos asuntos a la espontánea consulta popular, en un contexto en donde la presencia de los medios electrónicos de comunicación, frecuentemente termina por convertirse en un peligroso mecanismo de manipulación política (como enseña la experiencia italiana).
Además, la innegable tensión que media entre los instrumentos de democracia directa y los órganos representativos puede terminar por convertirse en un peligroso aliciente para el surgimiento de liderazgos políticos que presumiendo la representación de los “verdaderos” intereses colectivos se arroguen el derecho de invocar reiteradamente al pueblo soberano enfrentándolo a las decisiones que son tomadas por los órganos constituidos, particularmente los congresos y los tribunales, erosionando la lógica misma de la democracia como pasa y ha pasado con frecuencia en el sur de nuestro continente.