Tuesday, March 25, 2008

Una frase en el McMullens


Antes un apunte que se me ocurrió ayer en la noche cuando ya tenía preparada esta entrada: vuelvo a la realidad luego de mis pocos días de descanso, y cuando digo que vuelvo a la realidad lo digo en serio: ya llegamos al ejecutado 23 y al robo bancario 34, por López-Dóriga me entero que en Iraq ya se echaron al soldado número 4 mil y del lado de los civiles van en 90 mil los muertos en los ¿5 años? de ocupación, esto por no hablar de la cantidad estratosférica de asesinatos que han ocurrido en lo va del año en Chihuahua y que ayer leí en Reforma. Bienvenidos a nuestra realidad, pues. Ahora si lo que había escrito originalmente…
Noche del sábado 22 de marzo en el McMullens. Sentado con mi cuñado viendo el video Sunday Morning de Maroon5 me comenta que fue ésa canción de la que se sirvió un amigo suyo para darle sonido a una video hecho a base de fotos de su hijo ya que –supongo que separado de su mujer- sólo podía verlo los domingos. Yo me puse a pensar allí mismo en medio del bar cuáles canciones son las que uno pone para sus personas especiales pero aquí no me refiero a nuestras parejas o amantes, sino a otro tipo de aprecio, como el que le dedicamos a los hermanos, amigos o sobrinos. No he hecho el ejercicio lo suficiente como declarara alguna, ahora mismo solo pienso en una estrofa de una canción de Muse que a mí me gusta mucho: “My life, you electrify mi life”.

Chucho contra el Sr. Pingüino



El texto del lunes de Jesús Silva-Herzog Márquez me resultó harto provocador. Imaginé el gesto de Jesús al terminar el artículo. Desconozco su manera de escribir. Si lo hace a solas y en silencio o con el movimiento de su casa a sus espaldas, si al finalizar de redactar lo escrito haya puesto un gesto solemne o una risita burlona. Hace algún tiempo sostuvo un par de rounds con Ortiz Pinchetti, ahora suelta unos buenos piconazos contra Arturo Nuñez, además de dar cuenta de un par de ideas sobre la actividad política (‘es penoso lo que las figuras públicas han hecho de sus biografías’, ‘son tiempos para la política mezquina’, o este axioma perredista: ‘la aclamación esta por encima de los votos’) y un recuento de los momentos de amlo. ¿Hasta cuando los ratoncitos amarillos seguirán encantados por el flautista de Macuspana?



Biografía y miseria política
Jesús Silva-Herzog Márquez

Reforma lunes 24 de marzo de 2008


Es penoso lo que las figuras políticas han hecho de sus biografías, pero es más penoso lo que esas biografías han hecho de la política mexicana. Ahí está el caso deplorable -y triste, me atrevo a decir- de Arturo Núñez, un reformista sensato y experimentado, curtido en el proceso de cambio electoral; un hombre que era interlocutor válido para todas las fuerzas políticas y que quemó su respetabilidad en los fuegos del resentimiento. Que haya renunciado al PRI para protestar por la candidatura de su entrañable enemigo es entendible y aún plausible. Bien hizo en salirse de un partido que postulaba a quien no le merecía respeto. Es un acto de congruencia abandonar un barco conducido por un truhán. Tampoco me parece criticable que haya aceptado la oferta de un partido al que antes había criticado. Es comprensible que quien renunciaba a un partido, ejerciera su derecho de seguir militando en política. La libertad supone ese derecho de cambiar de opinión y de trinchera. Ciertamente, habría sido bueno que el político expusiera públicamente sus razones para aceptar la invitación de quienes tildó de empresarios de la reclamación. En silencio cambió de camiseta y aceptó disciplinadamente el obsequio de una candidatura. Lo que resulta más que cuestionable es la cadena de silencios posteriores. Nada dijo Arturo Núñez frente a la mentira del caudillo perredista de que había sido víctima de un robo electoral. Pocos como él podían aquilatar la dimensión del fraude de López Obrador al llamarse "presidente legítimo". Pocos como él podían calibrar la demencia de embestir contra las instituciones que no son instrumentos de unos, sino el domicilio de todos. Y en sus silencios, Arturo Núñez se volvió cómplice de la peor agresión contra el pluralismo mexicano desde que Vicente Fox quiso eliminar a su adversario empleando los instrumentos del Estado.Son tiempos para la política mezquina. Tiempos de infamia y decepción. Quien ayudó a construir las instituciones de la democracia mexicana miró callado cómo su nuevo padrino pretendía dinamitarlas. Nada dijo Arturo Núñez de las mentiras, las incongruencias, las invenciones de López Obrador tras la votación. Nada dijo de las convocatorias a la ruptura institucional. Nada dijo de la invitación del cacique a mandar al infierno a las instituciones. Nada dijo del intento de romper la continuidad republicana el 1o. de diciembre del 2006. Nada dijo frente a ese abierto propósito de dar, desde el Congreso, un golpe de Estado e impedir el relevo presidencial. Nada ha dicho Arturo Núñez del propósito de su mecenas de bloquear por la fuerza la actuación del Congreso mexicano y de sustituir con la fuerza, la voz de la diversidad nacional alojada en el Poder Legislativo.¿Qué marañas de la historia o la psicología explican que un respetable servidor público, un político inteligente y probo se convierta en el disciplinado secuaz de un caudillo que representa las antípodas de sus convicciones esenciales? ¿Vale un asiento en el Senado esa indignidad?Ahora el taciturno lópezobradorista fue llamado a fungir de árbitro en la contienda perredista. Pero, ¿cómo se defiende la institucionalidad de un partido que se ha empeñado en demoler la institucionalidad del país, cuando a su líder se le antoja? ¿Cómo podría defender las reglas partidistas quien no protestó por la ruptura de las reglas nacionales? ¿Con qué autoridad puede defenderse la legalidad en un partido que considera Presidente a quien fue aclamado en una asamblea de simpatizantes, por encima de los votos, las actas, las reclamaciones, los recuentos, las revisiones, las declaratorias del IFE y las sentencias del Tribunal Electoral? Axioma perredista: la aclamación está por encima de los votos. El encargo a Arturo Núñez resultó una represalia a quien no tuvo el valor de defender las instituciones nacionales, cuando los suyos atentaban en su contra. Dice Núñez que la elección del PRD del domingo pasado fue una vergüenza. Parece que tiene razón. Habrá sido una vergüenza pero nadie puede decir que sea una sorpresa.El tono de la arenga de López Obrador sería catastrófico para cualquier organización política. No solamente ha proyectado el mensaje de que las reglas son estorbos o trampas, sino que ha pintado el paisaje del país con dos lápices: uno pinta a los patriotas, aquellos que le aplauden, lo vitorean y lo ensalzan. El otro pinta a los traidores, a los enemigos de México, a los cómplices de la usurpación. Naturalmente, esa narración requiere una constante actualización de lealtades y una permanente cacería de sospechosos -adentro y afuera. Los perredistas fueron cómplices de esa retórica cuando el otro era el PAN, el usurpador, el pelele, los de arriba. Ahora esa campaña los tiene en la mira. Los traidores, los "moderados" (terrible insulto), los dialoguistas son señalados como el cáncer que hay que extirpar.Incapaz de articular una explicación razonable de lo que pasa en la elección de su nuevo partido, Arturo Núñez apuntó el dedo al perverso de fuera: hay manos de fuera metidas en el cochinero. No sabemos cuáles sean los indicios de Núñez pero su búsqueda parece equivocada. Los problemas democráticos del PRD no provienen de manos -sean internas o externas. Las contrariedades no derivan de la intervención de extremidades: son efecto de un problema vertebral: un partido sin reglas, que no puede debatir sin excomuniones y cuyo gran líder es, también adentro, una figura polarizante. Pedir institucionalidad a un partido que ha mandado las instituciones al diablo es una ingenuidad. Y pedir congruencia democrática de quien ha callado frente al sectarismo es absurdo. La miseria de nuestras biografías confecciona la miseria de nuestra política.

Los amos de México

Para figurar en el elenco de los más ricos del mundo es preciso superar la barrera de mil millones de dólares. Once mexicanos se hallan en esa situación. Su fortuna, reunida, se aproxima a los 100 mil millones de dólares, la décima parte del PIB. El mexicano más rico de todos, Carlos Slim, ocupa el segundo lugar, sólo adelantado por Warren Buffet. A gran distancia de Slim aparecen en la lista 10 mexicanos más. Alberto Bailleres (quien hizo crecer los negocios paternos, a los que incorporó El Palacio de Hierro, la gran tienda famosísima desde hace pocos años por sus campañas de publicidad) tiene casi 10 mil millones de dólares (es el 85º más rico del mundo). También a la metalurgia se dedica el Grupo México, de Germán Larrea, cuyos bienes suman poco más de 7 mil millones de dólares y aparece como tercero en la porción mexicana y 127 en la general. El cuarto es Ricardo Salinas Pliego, que posee más de 6 mil millones. Jerónimo Arango (247 en la lista mayor, quinto en la local) ex propietario de Aurrerá posee más de 4 mil millones; Isaac Saba (lugar 6/573) dueño de 2 mil millones; los mil 700 millones de dólares de Roberto Hernández, ex accionista de Banamex, -dejó de ser el principal banquero, pero aún se beneficia de haberlo sido-, le permiten ocupar el lugar siete en México y el 707 en el mundo. Emilio Azcárraga, en octavo lugar, heredó la primera cadena de televisión, y la salvó de la ruina es dueño de mil 600 millones lo que lo hace empatar en posición con Alfredo Harp Helú. En el décimo lugar aparece Lorenzo Zambrano, dueño de casi todas las cementeras del mundo cuyas acciones en Cemex le permiten poseer mil 500 millones de dólares. Ocupa el lugar 785 en el mundo. Estas cifras muestran que si bien no es verdad que menos cada vez tienen más, muestran también que son muy pocos. Todos han acrecentado su capital mediante el consumo: todos, día a día, contribuimos a mantener sus posiciones estratégicas, todos, querámoslo o no, contribuimos a su bonanza. Son los personajes que modelan nuestras vidas.

Los hay otros como Olegario Vázquez Raña, quien dejó la venta de muebles para entrar en la fabricación de armas y después hacerse dueño de la industria hospitalaria, gran competidor en hotelería y buscador de influencia política con un diario, una cadena de radio y un canal de televisión. María Asunción Aramburuzabala, está en el negocio de la cerveza, cuya principal marca es la de mayor consumo en el mundo. Lorenzo Servitje, creó en México el pan de caja, con el emblema del inocente osito Bimbo, que ha perdido toda inocencia. Los Ramírez, controlan desde Morelia el consorcio Cinépolis, uno de los tres que dominan la exhibición cinematográfica en el país. Roberto González Barrera, saltó de ser un fabricante de tortillas a la condición de dueño del único banco de importancia en manos nacionales. Y Jorge Vergara, quien además de vender dudosos suplementos alimentarios, compró en condiciones irregulares el equipo de futbol de la más intensa tradición.