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Reformas realizadas a la Constitución
durante sus respectivas administraciones: Álvaro Obregón, 8; Plutarco Elías
Calles, 18; Emilio Portes Gil, 2; Pascual Ortiz Rubio, 4; Abelardo L.
Rodríguez, 22; Lázaro Cárdenas, 15; Manuel Ávila Camacho, 18; Miguel Alemán,
20; Adolfo Ruiz Cortines, 2; Adolfo López Mateos 11; Gustavo Díaz Ordaz, 19;
Luis Echeverría, 40; José López Portillo, 34; Miguel de la Madrid, 66; Carlos
Salinas de Gortari, 55; Ernesto Zedillo, 77; Vicente Fox, 31; Felipe Calderón,
110; y Enrique Peña Nieto, en un año, lleva 21. Sumados son 573.
Pablo González Casanova, en su
memorable libro La democracia en México, editado en 1965, nos brinda el número
de iniciativas presidenciales que hasta el año en que publicó la obra, habían
sido rechazadas por la Cámara de Diputados. Cero, ninguna. Su idea era probar
el poderío del mandatario en turno, su omnipotencia. Hemos cambiado. Ahora,
bajo la dictadura de los partidos políticos, todos proponen y vuelven a
proponer, aportan las reformas propias a través de legisladores de poca monta.
“Bienvenidos a la colonia Carlos Salinas de
Gortari”
Cuando Salinas concluyó el sexenio, en México
había 47 millones de pobres, un millón más que cuando lo arrancó. El 52% de la
población de 1994 vivía en esa circunstancia.
El sexenio calderonista concluyó con 59.6
millones de personas en esta circunstancia; es decir, el 51.3% de la población,
un aumento de 21% en el número de mexicanos que viven en esa circunstancia, en
comparación con las cifras de 2006, la Comisión Económica para América Latina informó
que en el último año del calderonismo y el primero de Enrique Peña Nieto, un millón de personas se
sumó al universo de la pobreza.
La generación del cambio entrega al país una
crisis mayúscula, política, económica y moral.
Desobediencia civil
Isidro H. Cisneros
Promotor de la no violencia, Gandhi
utilizó frente a la opresión colonial británica, métodos de lucha social
novedosos como la huelga de hambre, la negativa al pago de impuestos o la desobediencia
de las leyes. Pregonó como forma de lucha la totalidad fidelidad a los dictados
de la conciencia, desarrollando una enorme influencia moral sobre el proceso
político que llevaría a la independencia de la India de la dominación inglesa.
Gandhi enseña que la desobediencia es civil, porque quien la cumple afirma no
cometer un acto de transgresión de su propio deber en cuanto ciudadano, sino
todo lo contrario, considera que se comporta como buen ciudadano más bien
desobedeciendo que obedeciendo las leyes emanadas de un orden político
percibido como injusto y opresivo.
Diversos pensadores como Henry David
Thoreau en su obra Desobediencia Civil o John Locke en sus Dos Tratados Sobre
el Gobierno Civil plantean el problema de la felicidad pública y de las reglas
morales que hacen posible la libertad de los ciudadanos en un Estado
democrático. Sus argumentos sobre el derecho a la desobediencia civil en contra
de la opresión son verdaderamente actuales. Dice Thoreau: “El gobierno en sí,
que es únicamente el modo escogido por el pueblo para ejecutar su voluntad,
está igualmente sujeto al abuso y la corrupción antes de que el pueblo pueda
actuar a través suyo. La única obligación que tengo el derecho de asumir es la
de hacer a cada momento lo que considero justo”, mientras que Locke agrega:
“Allí donde acaba la ley empieza la tiranía, quien ejerciendo autoridad se
excede en el poder que le fue otorgado por la ley, y se sirve de la fuerza para
cargar sobre sus súbditos obligaciones que la ley no establece, deja de ser un
magistrado y se le puede ofrecer resistencia”.
Las justificaciones de la
desobediencia civil se encuentran en una ley moral superior a las leyes de
cualquier gobierno. La eficacia de la resistencia civil radica en que es una
forma de disenso que tiene motivaciones de conciencia. Busca renovar el orden
jurídico y ciertas políticas de gobierno. Se entiende que la resistencia civil
se presenta como último recurso cuando han fracaso los caminos de la persuasión
y el diálogo. Representa una reivindicación del poder ciudadano frente a los
políticos tradicionales, así como el derecho a la expresión pública y pacífica
del disenso social. Es una forma de protesta legítima en los sistemas
democráticos. La resistencia civil cuestiona la eficacia del orden constituido
sin meterlo en crisis. Es considerada civil, porque acentúa el componente
ciudadano en oposición a la sociedad política, y por el carácter público,
pacífico y demostrativo de los actos de resistencia. Las dos características
que la distinguen son la acción de grupo y la no violencia.
Cuando se habla de desobediencia
civil es necesario tener presente que los dos polos de la acción política son
la obediencia y la resistencia, y que el deber fundamental de toda persona
sujeta a un ordenamiento jurídico es obedecer las leyes. Este deber se llama
obligación política. La general y constante obediencia a las leyes es al mismo
tiempo la condición y la prueba de la legitimidad del sistema político. El
poder legitimo es aquel poder cuyos mandatos son, independientemente de sus
contenidos, obedecidos. La desobediencia civil se lleva a cabo con el objetivo
de demostrar públicamente la injusticia de una ley y para inducir al legislador
a cambiarla. Expresa las esferas de autonomía de la sociedad civil.
El deber de la obediencia y el
derecho a la resistencia son dos temas clásicos de la teoría política. El
estudio de las formas de adquisición, ejercicio y conquista del poder, nunca
abandonó la reflexión sobre las modalidades de resistencia a la opresión. La
práctica de la desobediencia ciudadana es quizá, la única forma de presión
legítima que sirve para modificar las relaciones de poder vigentes en el
interés de los gobernados. No hay duda de que el viejo tema de la resistencia
civil adquiere actualidad en el contexto que estamos viviendo. La saludable
reactivación de la sociedad civil mexicana implica, sin embargo, el riesgo
latente de un despertar caracterizado por las convocatorias fundamentalistas a
la antipolítica y al rechazo de las instituciones y de sus representantes.