Friday, December 04, 2009

Monólogo de Marías

» “Siempre escribo sobre las cosas que me preocupan. Todo el mundo se ha interesado por la naturaleza del secreto, el engaño, la persuasión, el azar, la mentira o la sospecha, que es muy desasosegante. Quién no ha sufrido una traición o la ha cometido con pequeñas cosas o defraudado o decepcionado. Y la traición está ahí. Pero hay que ir de buena fe. En mayor o menor grado las relaciones humanas están expuestas a la decepción y también a la ratificación de lo bueno.”

» “Veo el mundo muy decadente. Basta con mirar alrededor. Berlusconi, Sarkozy, los Kirchner, Chávez o la corrupción en España. Gente mediocre y desfachatada. Tengo la sensación de un envilecimiento general de las poblaciones. Ojalá no tenga nada que ver con lo que se produjo en los años treinta. Ahora hay una especie de pragmatismo, de falta de escándalo; una tendencia a darle importancia a lo que no lo tiene y a no dársela a lo que quizá sí”.

Tuesday, December 01, 2009

Lennon, biografía


Anagrama ha tenido la idea de publicar la biografía de Philipp Norman sobre John Lennon, uno de los espíritus más delicados y necesarios del siglo XX. Son 840 páginas documentadas sobre el complejo mundo de un genio musical. Basta escuchar "Beautiful boy", dedicada a Sean, para saber que Lennon es de otra madera, de otro mundo. Un libro imprescindible sobre un artista imprescindible. Dice la reseña:

Norman es un escritor preciso, metódico, minucioso. Un artesano del género biográfico. Justo lo que estaba pidiendo la vida anárquica, estrambótica, desordenada y disipada de Lennon. Juntos han puesto en las librerías la información más amplia, veraz y detallada posible sobre el hombre que escribió “Imagine”. Un libro ambicioso que nos permite aproximarnos como nunca a la mente de Lennon, puesto que desvela no sólo detalles familiares y personales habituales, sino fascinantes pormenores del complejo proceso creativo, la génesis y el desarrollo de sus ideas, de sus sentimientos, de sus canciones [...] Es una larga historia. Philip Norman la cuenta de manera cronológica, con todo lujo de detalles pero de manera sorprendentemente amena. Es capaz de narrar, por poner un ejemplo, el mal beber que tenía Lennon después de describir cada uno de los tragos que tomaba (excelentes vinos, bebidas exóticas, coñacs añejos, whiskies de malta o vodkas rusos): “uno o dos pelotazos convertían al simpático, amable y generalmente razonable John en un John belicoso, malhumorado y cruel, sin percatarse del mucho ruido que hacía, ni de a quién insultaba ni de lo inocente o indefensa que pudiera ser la víctima de su lengua hiriente como un gato de nueve colas”.
Lennon era consciente de su irascibilidad, pero culpaba de ella tanto a los otros miembros de los Beatles como a la presión de la fama. Y a los medios. “Unos hijoputas bien jodidos, eso eran los Beatles”, recuerda, “porque tienes que ser un cabrón para triunfar, eso es un hecho. Y los Beatles eran los hijoputas más grandes del mundo. Éramos los césares. ¿Quién va a meterse contigo cuando hay un millón de libras a ganar, todos los regalos, los sobornos, la policía y los enrollados?”.
La buena noticia para los numerosos seguidores de Lennon que odian a Yoko Ono es que el nombre de la japonesa no aparece hasta la página 451. La mala, que tras leer el libro queda confirmado que John la amó sobre todas las cosas, hasta el punto de sacrificar por ella la estabilidad de los Beatles. Su aparición en la vida de Lennon, en el ecuador de esta biografía, acabó con la magia de la banda más importante de todos los tiempos: definitivamente, Ono sustituyó a Paul Mc Cartney en el puesto de la otra mitad creativa de la banda. “Yo junté a la banda. Y yo la deshice. Es así de simple”, sentencia Lennon. Era el final de los Beatles, la banda que la noche del domingo 9 de febrero de 1964 enfiló la carretera del éxito reuniendo delante de la televisión a 73 millones de personas, “la audiencia televisiva más grande que había habido en Estados Unidos”, para disfrutar de su actuación en el Ed Sullivan Show.
Después llegaron los números 1 en las listas, la popularidad desbordada, las excentricidades y las cifras millonarias: sólo en los años 70 vendieron 400 millones de discos, que en los 80 se convirtieron en más de mil millones. Mucho más que cualquier otro grupo de la historia. Tras 786 inolvidables páginas es Sean, el hijo de John y Yoko, quien recuerda los cinco años que vivió junto a su padre en un emocionante capítulo final: “se sentía muy inseguro en todo. La gramática y la escritura, sus conocimientos para escribir y leer música, en todos los modos establecidos del conocimiento de las cosas. Y eso que fue un inconveniente que convirtió en una ventaja. Inventó un modo de escribir canciones desde la inseguridad. Para un hombre, sentirse inseguro y cuestionarse a sí mismo del modo en que lo hizo mi padre en sus canciones es un fenómeno postmoderno. Artistas como Mozart o Picasso nunca lo hicieron”.
El cierre perfecto para una biografía grandiosa que, pese a ser necesariamente unidireccional, ilumina toda una época, varios géneros musicales y una forma de vida tan creativa como salvaje. Nunca imaginamos las colosales contradicciones y sombras de un artista cuya asombrosa originalidad musical, y un apasionado compromiso social, coexistían con sombríos desequilibrios emocionales.

La letra de Dickens

A veces ver un manuscrito es más que puro fetichismo. La exposición del manuscrito del famoso cuento de Charles Dickens Cuento de Navidad, aquella ingeniosa historia de Scrooge y los 3 fantasmas, demuestra algunas variantes y técnicas literarias interesantes. También nos enteramos que, pese a ser un best-seller de la época (apareció el 17 de diciembre de 1873 y antes de Navidad ya había vendido sus 6,000 ejemplares) Dickens no pudo ganar las 1,000 libras que pretendía, sino poco menos que 250. No solo en todas partes sino que en todas épocas se cuecen habas.

El trazo original con el que Dickens (1812-1870) escribió la célebre historia del tacaño señor Scrooge se puede admirar hasta el 10 de enero en la Biblioteca y Museo Morgan de Manhattan, donde quedan al descubierto las técnicas que el autor aplicó para terminar una de sus obras más conocidas en tan solo seis semanas. "Lo más asombroso es ver el proceso creativo de Dickens. Se le puede ver escribiendo muy deprisa y con mucha energía, porque escribía bajo la presión de tener que entregar el libro justo para el inicio de la época navideña", explicó el experto en manuscritos y estudios literarios de la Morgan, Declan Kiely. (...) La Morgan ha escogido mostrar la página 37 del manuscrito, en la que, según Kiely, se puede leer cómo el fantasma de las Navidades Presentes se lleva al señor Scrooge a ver a la familia Cratchit y le dice que el famoso niño Tiny Tim morirá, una información que Dickens decide tachar y añadir más tarde para ganar "efecto dramático".

Dejen a Camus en paz

Si piensan que solo los países tercermundistas como Perú o Argentina quieren mover huesos ilustres (Vallejo, Borges) de un lado a otro para llamar la atención se equivocan. En Francia, el presidente Sarkozy (conocido por estar casado con Carla Bruni) ha pedido que trasladen los restos de Albert Camus al Panteón de París. Los herederos se rebelan. Dice la nota:

Jean Camus dijo que enterrar los restos de su padre en el Panteón sería contrario a los deseos del autor de La peste y no quiere que su legado sea puesto al servicio del Estado. Sarkozy había propuesto el jueves pasado que los restos del autor de El extranjero y fuesen trasladados al Panteón, el monumento en el corazón de París que alberga las tumbas de las grandes figuras francesas, como Voltaire, Víctor Hugo, Zola, Pierre y Marie Curie, Malraux y Alejandro Dumas, entre otros. "Sería un símbolo extraordinario llevar a Albert Camus al Panteón", con ocasión del 50º aniversario de su muerte, afirmó Sarkozy. Pero los hijos del Premio Nobel de Literatura 1957, Catherine y Jean, no parecen muy convencidos con esa iniciativa.
Mientras Catherine se dice "indecisa", fuentes cercanas a su hermano gemelo, Jean, aseguran que éste estima que ese traslado al Panteón no es conforme con la manera austera de vivir de su padre, y piensa incluso que, con su propuesta, Sarkozy busca sobre todo beneficiarse de la memoria del filósofo y novelista. Según esas fuentes, citadas por el diario Le Monde en su sitio en Internet, Jean piensa que los restos de su padre -que nació el 7 de noviembre de 1913 en Argelia y falleció en Francia el 4 de enero de 1960, en un accidente de tráfico- deben permanecer en el cementerio de Lourmarin, el pueblo del sur de Francia donde está sepultado. Ese traslado sería "un contrasentido", opina Jean.
Catherine, aunque estima que la propuesta de Sarkozy es un "buen símbolo", señaló el sábado a una emisora francesa "sus dudas" sobre esa iniciativa. Recordó también, en declaraciones a la radio, que su padre padecía de "claustrofobia" y que "no le gustaban los honores", y dijo que no sabía cuál será "su decisión" sobre la propuesta del mandatario francés.

Sunday, November 29, 2009

Hermann Hesse, autorretrato

De mí hay poco que contar. Aparte de algunos amoríos, mi corazón jamás ha pertenecido a los hombres, sino únicamente a la naturaleza y a los libros. Adoro a los antiguos novelistas italianos y a los románticos alemanes, pero estimo aún más las ciudades de Italia y, mucho más que todo eso, amo las montañas, los ríos, los desfiladeros, el mar, el cielo, las nubes, las flores, los árboles y los animales. Andar, remar, nadar y pescar están para mí por encima de todo. Sólo que no practico nada de eso como deportista, sino como un soñador, como un ser holgazán y fantasioso. Apenas me cae un poco de dinero en las manos, lo más probable es que desaparezca, sin haberme despedido de nadie, en algún rincón perdido de la montaña o de la costa de Italia.

Sin embargo no soy, en realidad, un hombre poco sociable. Me gusta tratar con los niños, con los campesinos, con la gente de mar, etcétera, y siempre se me puede encontrar empinando el codo en las tabernas de marineros. Pero siento un horror enorme ante esos lugares a los que se entra con guantes blancos o palabras selectas y, desde hace dos años, me mantengo estrictamente alejado de toda «vida social».

Durante la semana trabajo en una pequeña tienda de libros viejos; por las noches leo o juego al billar, y los domingos me pierdo en alguna que otra montaña o valle, siempre en solitario.

Hasta ahora me he librado totalmente de cualquier éxito literario. Mis libritos yacen en las casas editoras, empaquetados en hatillos. Eso me molestó en alguna que otra ocasión, pero jamás enturbió mi alma, porque sé bien que soy un tipo raro que nada tiene que decir al mundo.