Thursday, March 26, 2009

Juárez

Juárez era un ser lamentable en la medida en que carecía de la virtud más alta que hubiera podido o debido tener: la clemencia. La grandeza de Juárez es la del rechazo de la más alta posibilidad de ejercicio moral que le es dada al hombre: la de perdonar, la de no castigar, la de olvidar y seguir. Con la muerte de sus enemigos, una muerte que él podría haber evitado, su memoria se envilece, porque la vida vale más que el derecho ajeno y porque toda ley -si en ella se escuda su rigor- que obliga a matar hombres debe ser desobedecida hasta la muerte, pues, por encima de todo derecho, lo primero que hay que respetar es la vida, aun la de los perros o la de las hormigas. La vida de un criminal vale tanto como la de un santo en la medida, solamente, en que ambas son vidas humanas y no hay todavía manera de saber si la vida es un don o un castigo. De la resolución de esa disyuntiva dependería toda la concepción del mundo como cosa que puede ser conocida pero que para ello exige el propio sacrificio de la vida. Salvador Elizondo

párvulo semiidiota


Estoy muy alegre porque a este cómico disfrazado de político, este párvulo semiidiota, este político de pacotilla lo dejo su partiducho colgado de la brocha con la pretendida candidatura para gobernador siendo que estaba empecinado con el cargo. Jajaja.

la tortura


“Los perpetradores de la tortura destacadamente lo son las fuerzas policiacas. Detener y mantener la custodia sobre el individuo son requisitos indispensables para la tortura; de ahí que no sea extraño encontrar que las corporaciones policiacas registren frecuentemente la comisión del delito de tortura. Aun cuando las altas autoridades la repudien, la policía la efectúa al tener el control real, inmediato, sobre los individuos detenidos. No ha de soslayarse que en las tareas de inteligencia militar se ha recurrido a la tortura, no solo en tiempo de guerra sino los llamados estados de emergencia y aun en periodos de tranquilidad relativa. Las metas de la tortura son: obtener información, lograr una confesión u otra afirmación de utilidad legal o política, intimidar a la víctima o a otra persona relacionada con ella. Pero también puede constituirse en castigo, a fin de que la víctima deje de tener cierto comportamiento. No se excluye la venganza personal o la satisfacción sádica. En una consideración más amplia, estratégica, las metas pueden ser: preservar un sistema político de determinado grupo o desplazar a un grupo con poder político. Los motivos del torturador pueden ser: circunstanciales o presiones personales. El motivo circunstancial más dramático es la respuesta a la autoridad. Un numero asombrosamente alto de personas aparentemente normales desde el punto de vista sociológico pueden torturar simplemente por ordenes del superior. Aun cuando la idea de hacer que otro ser humano sufra es repulsiva para la mayoría, quienes deciden que deben practicarse la tortura ven únicamente las ventajas practicas a obtener”.
Las citas proceden del libro Arcana imperi. Apuntes sobre la tortura, escrito por Ignacio Carrillo Prieto en 1987.