Thursday, March 26, 2009

Juárez

Juárez era un ser lamentable en la medida en que carecía de la virtud más alta que hubiera podido o debido tener: la clemencia. La grandeza de Juárez es la del rechazo de la más alta posibilidad de ejercicio moral que le es dada al hombre: la de perdonar, la de no castigar, la de olvidar y seguir. Con la muerte de sus enemigos, una muerte que él podría haber evitado, su memoria se envilece, porque la vida vale más que el derecho ajeno y porque toda ley -si en ella se escuda su rigor- que obliga a matar hombres debe ser desobedecida hasta la muerte, pues, por encima de todo derecho, lo primero que hay que respetar es la vida, aun la de los perros o la de las hormigas. La vida de un criminal vale tanto como la de un santo en la medida, solamente, en que ambas son vidas humanas y no hay todavía manera de saber si la vida es un don o un castigo. De la resolución de esa disyuntiva dependería toda la concepción del mundo como cosa que puede ser conocida pero que para ello exige el propio sacrificio de la vida. Salvador Elizondo

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