Tuesday, November 25, 2008

erudito ante el agravio


(De Juan Villoro)

El mexicano derrocha afecto, pero tiene un sexto sentido para detectar el desdén. Si otros pueblos necesitan traiciones para ofenderse, a nosotros nos basta un ojo desviado. Ciertos momentos de inmensa tensión social derivan de dos frases que nunca pronunciamos en voz alta. La primera es: "ya me vio"; la segunda, "que él me salude primero". Un atávico sentido del honor nos hace disfrutar que sea la otra persona quien se aproxime a darnos la mano. Esto lleva a una de las quejas más extravagantes de la etiqueta social: "el otro día no me saludaste". Aunque el agraviado tampoco haya saludado, se siente en posición de criticar el ninguneo. Responder "no te vi" sólo agrava las cosas, pues indica que te crees lo máximo y no adviertes a un conocido que ha engordado sin que tu mirada lo abarque. ¿Cómo reparar los daños en un país olvidadizo ante la responsabilidad y erudito ante el agravio?

Federalismo I

Federalismo es una palabra políticamente correcta. Se asocia con la descentralización y la dispersión democrática del poder. Se ve como una vacuna contra el presidencialismo intervencionista y el centralismo asfixiante. El federalismo es una realidad en transición, es a nivel estatal y municipal donde han surgido las demandas de mejor gobierno, es en la periferia donde la practica de alternar a conducido a mejores maneras de administrar. En los estados han surgido las mejores variantes de la democracia y han prevalecido as peores practicas del autoritarismo. Hay proceso de cambio acelerado que coexisten con las típicas inercias del pasado. Hay porciones del país en las cuales el federalismo es un hecho, pero las practicas políticas y las instituciones gubernamentales y los regímenes fiscales todavía no lo reflejan. De facto, México es cada vez más un país descentralizado; de jure dista de serlo. Es el esquema actual, el gobierno central manda recursos y los estados se dedican a gastarlos. Y esa transferencia conlleva un enorme grado de dependencia. En un contexto de descentralización democrática persiste la centralización presupuestal, legado de un sistema que exigía disciplina y la recompensaba. Los estados pueden gastar, pero no pueden recolectar. Hay un desface entre lo que hace el gobierno federal y lo que podrían hacer las gubernaturas estatales.