Wednesday, April 25, 2012

Instrucciones a los sirvientes

Por JAVIER MARÍAS En 1731 Jonathan Swift, el famoso autor de Los viajes de Gulliver, publicó una de sus últimas obras "cuerdas” (su salud mental se fue deteriorando desde poco después hasta su muerte, en 1745): un panfleto titulado Instrucciones a los sirvientes, en el que aconsejaba a éstos, con la ambigüedad suficiente para dudar el lector a veces de si se encuentra ante una sátira o ante una cumbre del cinismo, cómo medrar, cómo aprovecharse, cómo salirse con la suya, cómo ser maligno, perezoso y ratero, cómo manipular y burlar al amo. Entre esas Instrucciones hay una que, con variantes, se repite hasta cuatro veces. En su formulación más nítida dice: "Cuando hayas cometido una falta, muéstrate siempre impertinente e insolente, y compórtate como si fueras tú el ofendido; esto disipará al instante el humo de tu amo o de tu señora”. ¿Se han dado cuenta ustedes de lo raro que es hoy escuchar cualquier disculpa o reconocer a alguien una falta, un error, una mentira, una calumnia, un fallo, una metedura de pata, una negligencia? Cada vez que me siento tentado de quejarme o reprocharle algo a alguien –cosas leves: una desatención, una indelicadeza, una ingratitud–, me lo pienso mucho, porque lo más frecuente es que, por razón que yo lleve, la conversación se salde con la indignación y el agravio de la persona en deuda. Si a uno le dan un plantón de tres cuartos de hora, es fácil que termine acusado de impaciente y grosero por no haber aguardado la hora entera. Qué decir de los periodistas y políticos. En un país plagado de calumnias diarias, nadie las rectifica ni las enmienda, ni se disculpa cuando se demuestran tales: al contrario, el que las lanzó se juzga injuriado y se presenta como pobre víctima de un "linchamiento