Saturday, January 23, 2010

Las 25 canciones de la década (por popularidad)

Letras Libres tambien le entra -como no- a la onda de las listas. Esta vez, utilizando una metodologia de revision de otras listas (las Rolling Stone, NME, Daily Telegraph, Pitchfork Media, About y PrettyMuchAmazing) para hacer una sola .
No apararecen The Killers ni Muse.


1. “Crazy in Love”, de Beyoncé

2. “Hey Ya”, de The Outkast

3. “Crazy”, de Gnarls Barkley

4. “Paper Planes”, de M. I. A.

5. “All my friends”, de LCD Soundsystem

6. “B.O.B”, de The Outkast

7. “Idioteque”, de Radiohead

8. “99 Problems”, de Jay-Z

9. “Toxic”, de Britney Spears

10. “I Bet You Look Good On the Dancefloor”, de Arctic Monkeys

11. “One More Time”, de Daft Punk

12. “Since You Being Gone”, de Kelly Clarkson

13. “My Girls”, de Animal Collective

14. “Maps”, de Yeah Yeah Yeahs

15. “Seven Nation Army”, de The White Stripes

16. “Time to pretend”, de MGMT

17. “Wake Up”, de Arcade Fire

18. “House of Jealous Lovers”, de The Rapture

19. “Umbrella”, de Rihanna

20. “Get ur Freak on”, de Missy Elliot

21. “Wolf Like Me”, de Tv on the Radio

22. “Losing my Edges”, de LCD Soundsystem

23. “Take Me Out”, de Franz Ferdinand

24. “Can't Get You Out of my Head”, de Kylie Minogue

25. “Rebellion”, de Arcade Fire

Thursday, January 21, 2010

De la envidia


La Rochefoucauld sostenía que en la fortuna adversa de nuestros mejores amigos hay siempre algo que no nos disgusta.
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Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho , de Bret Easton Ellis, es un yuppie de Wall Street con la obsesión de las cosas de marca a quien, para desesperarse, le basta ver una tarjeta de presentacion más hermosa que la suya. Un rabioso espíritu competitivo hace de él uno de los más despiadados y absurdos asesinos seriales de la historia de la literatura. El rival de Bateman se llama Paul Owen. Él es el más envidiado y es también la única persona capaz de hacer que Patrick se sienta incómodo. ¿Hay algo más molesto que estar en el mismo cuarto con la persona que uno más envidia?
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No es por azar que el primero de los mandamientos violados por el hombre contra el hombre fuera el fratricidio primordial. Caín mata a Abel tanto por envidia como por celos. Víctima de la envidia de su hermano, Abel es asesinado porque su sacrificio al Señor era superior al de Caín. Pero este sacrificio era superior en el sentido de que su ofrenda satisfacía más al Señor que la de Caín, de allí también que cayera víctima de los celos fraternos.
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Aun si el envenenamiento del genial Mozart por Salieri fuera fantasía pura, la envidia del italiano no es sino una reacción natural a la lotería de la vida: haber nacido en el momento y en el lugar equivocado, dotado con un talento enorme opacado por la genialidad indiscutible de un rival.
Retratada como destructiva, inhibitoria y dolorosa, la envidia es condenada como uno de los siete pecados capitales. Nadie duda del papel siniestro de la envidia en la existencia humana. Porque se la suele acusar de irracional, imprudente, viciosa. Porque se la considera innata y arrasadora, y se la oculta tras las máscaras de la crítica amarga, la sátira, la injuria, la calumnia, la insinuación pérfida, la compasión fingida y hasta la adulación servil. Y porque se recae en ella, una y otra vez.
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Definida como la aflicción vivida por un sujeto cuando siente que no posee algo que su rival sí posee, Ivonne Bordelois enseña que in-vidia (de video, vedere) significa "la mirada penetrante y agresiva de un ojo que, movido por alguna forma de animosidad, antipatía, odio o rivalidad, se hinca enconadamente en el de su enemigo para perforarlo y destruirlo".
decía Aristóteles que se envidia a un semejante (el alfarero al alfarero) porque es posible envidiar a un rival con el que se está en condiciones de competir, no a alguien tan inferior o tan superior que dicha asimetría vuelva imposible establecer una comparación. Y según reza el proverbio, "reina entre vecinos": el envidioso piensa que si su vecino se quiebra una pierna, él va a ser capaz de caminar mejor.
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La envidia y los celos tienen en común que una y otros suponen algo que le importa mucho a quien envidia o siente celos. Pero mientras que en la envidia se desea lo que no se posee (deseo de obtener algo), en los celos se manifiesta un temor de perder lo poseído
Georg Simmel distinguió un fenómeno intermedio entre la envidia y los celos: el deseo envidioso de poseer a alguien, no porque sea especialmente deseable para el sujeto, sino porque es de otros; reacción emocional que puede expresarse de dos formas: una es renunciar al objeto ("ya no me importa"). La otra es la indiferencia (la célebre fábula de la zorra y las uvas) o hasta una aversión al objeto ("lo odio"). Y en una u otra de sus formas, sentir horror ante el mero pensamiento de que otro pueda poseerlo ("prefiero verlo destruido antes que otro lo posea"). Simmel advertía que quien se siente abismado en un deseo envidioso puede no desear poseer el logro codiciado, y en caso de que pudiese llegar a poseerlo ni siquiera podría disfrutarlo, pero no soporta que otro lo disfrute. Envidia el yate de uno aunque sufra de mareos y la avioneta de otro aunque sienta vértigo.

Wednesday, January 20, 2010

Miller astuto y gorron

…Y entonces se me ocurrió, como un relámpago, que nadie negaría una comida a un hombre, siempre que éste tuviera el valor de pedirla. Fui inmediatamente a un café y escribí una docena de cartas. «¿Me dejarías comer contigo una vez a la semana? Dime qué día te iría mejor.» Dio resultado como un hechizo. No sólo me alimentaban: me agasajaban. Todas las noches llegaba a casa borracho. Todo les parecía poco, a aquellas almas generosas de una vez a la semana. Lo que me ocurría los demás días no era asunto suyo. De vez en cuando, los más atentos me regalaban cigarrillos y algún dinero para pequeños gastos. Evidentemente, todos ellos se sentían aliviados, cuando se daban cuenta de que sólo me iban a ver una vez a la semana. Y se sentían todavía más aliviados, cuando les decía: «Ya no va a ser necesario en adelante.» Nunca me preguntaban por qué. Me felicitaban, y nada más. Muchas veces la razón era que había encontrado un huésped mejor; podía permitirme el lujo de quitarme de encima a los que eran una lata. Pero nunca se lo imaginaron. Al final, tuve un programa sólido, estable: un plan fijo.