Friday, January 25, 2008

El redituable arte de ser un lamebotas

Viene al relevo la mascota favorita de Felipe Calderón: no es más que un cuate del Presidente que agarró un súper hueso
¿Alguien sabe qué pasa con los presidentes de México? ¿Son tan acomplejados que se sienten incapaces de nombrar secretarios de Estado con estatura política, experiencia y oficio? ¿Tiene miedo Calderón de que gente con más tablas lo opaque y/o deje en evidencia su mediocridad? ¡Cómo nos reímos cuando Zedillo -otro acomplejadazo- nombró al bobo de Esteban Moctezuma para dirigir la política interna del país! Felipillo no la tiene nada fácil y muy poco se ayuda con esta cuadrilla de inútiles párvulos. Hay que hacer algo para evitar que cualquier insignificancia hecha presidente tenga la facultad irrestricta de nombrar a sus "cuatitos" en puestos de alta responsabilidad política y administrativa para ocultar sus limitaciones y satisfacer sus complejos de inferioridad. Antes de julio de 2006 el señor Mouriño era un perfecto desconocido, se trata -a lo mucho- de un joven hábil, pero su mayor o único mérito parece haber sido que se colocó como uno de los mejores amigos de Pipe Calderón. ¿O acaso alguien recuerda una iniciativa o lance político relevante del diputado local o del diputado federal Mouriño? ¿Recuerda alguien un puesto relevante que lo haya hecho acreedor de la experiencia que reclama la titularidad de Gobernación?
Mouriño nació en Madrid el 1o. de agosto de 1971. El 2 de octubre de 1989 obtuvo el certificado de nacionalidad mexicana por nacimiento por ser "hijo de madre mexicana". Ni ante la SRE ni ante la autoridad electoral mostró el certificado de naturalización de su señora madre, si lo hay, indispensable para saber si fue expedido cuando la familia residía en España o si fue obtenido tras llegar a México en 1978. Se diría que la actual redacción del artículo 30 de la Constitución valida el status jurídico de Mouriño para ingresar en el gabinete. La fracción III de ese precepto extiende la condición de mexicanos por nacimiento (requisito para ser secretario de Estado, según el artículo 91) a los hijos de padres mexicanos por naturalización, o de padre o madre en esa circunstancia. Pero el texto data apenas del 20 de marzo de 1997, y por lo tanto no es aplicable a quienes nacieron en fecha anterior. Al decidir obtener la nacionalidad mexicana en 1989 Mouriño partió del supuesto de que no la tenía. Es probable, en consecuencia, que la actuación del nuevo huésped principal del ministerio de Bucareli esté afectada por la ilegalidad, por una suerte de incompetencia de origen. El refrendo que el nuevo titular de Gobernación otorgue a los decretos presidenciales, y cada uno de los actos que realice puede ser impugnado porque no satisface uno de los requisitos constitucionales para ser secretario de Estado.

Anti-Federico Reyes Heroles.

Mi aversión por Federico Reyes-Heroles data de una cuestión personal. Hace años, cuando yo era joven y virgen, don Fede se apersonó en la FIL Mty. para inaugurarla, dio unas palabras y como yo era un muchachito fácil de deslumbrar, me le acerqué al terminar el acto para pedirle que me autografiara mi diario y me pusiera algunas palabras de ánimo. El muy mezquino y centavero intelectual sólo alcanzó a voltear a mirarme con desdén y decirme con cierto aire a pedantería: "sí como no, allí adentro hay varios libros míos...", fin de la plática, adiós pequeño y allí me quedé yo cual menso sorprendido porque no fue capaz mi entonces admirado Fede de regalarme unas miserables palabras suyas.
Afortunadamente la vida da revanchas y hoy me doy cuenta del ridículo en que ha caído Reyes-Heroles por andar levantando firmitas y buscar protagonismo amparándose contra la reforma electoral. Así está el cuento: Un grupo de intelectuales presentó a finales de diciembre -el día 20- un amparo contra la reforma haciendo hincapié en el artículo 41, que prohíbe la contratación de espacios en radio y televisión por cualquiera que no sea un partido, para no "influir" en las preferencias electorales de los ciudadanos, denunciando una presunta violación al artículo sexto de la Constitución. Una semana después, un juez federal desechó por notoriamente improcedente la demanda de los 18 quejosos, que al solicitar la revisión en el juicio de garantías esperan que la realice no un tribunal colegiado como es normal para todos los mortales, sino la propia Suprema Corte. El amparo promovido será improcedente porque no es verdad que la reforma afecte su derecho "para acceder a los medios de comunicación con igualdad y equidad" ni el de crear espacios para la deliberación pública bajo una base razonable de igualdad y sin ninguna coerción. Tampoco se les ha "restringido su garantía de expresión y deliberación frente a los partidos" ni el derecho a crear una opinión pública crítica y democrática. ¿No ha aprendido Federico que una de las principales causas que corrompen la calidad de la democracia es precisamente el encarecimiento de las campañas, que orilla a los partidos a conseguir recursos de grupos privados y de poder de quienes, obviamente, se convierten en deudores y no de dinero, sino de favores políticos?. Pero este "adalid de la anticorrupción" prefiere hacerle el juego a las televisoras y a los grupos de presión con su absurda demanda. Su ignorancia es tal que no se da cuenta de que en las democracias avanzadas también se prohíbe la compra de espacios publicitarios para hacer campaña para tratar de atemperar la influencia de los medios de comunicación y de los grupos de poder. ¿Eres tonto o nomás te haces? Para cuestiones electorales yo le creo más a José Woldenberg quien ya dio un alegato mucho más ponderado al respecto y a Denisse Dresser que en su columna le puso una trapeada a la que Fede no a tenido los suficientes tamaños como para responderle. O qué ¿Eres cobarde o nomás te haces?.

Simone de Beauvoir, y su viaje a México

Rafael Vargas Revista Proceso Enero, 2008

En 1948, Simone de Beauvoir, la principal figura del feminismo en el siglo XX, visitó México en calidad de turista durante dos meses. Sus impresiones quedaron plasmadas en un par de cartas a Jean-Paul Sartre, en su novela Los mandarines y en el tercer tomo de sus memorias, La fuerza de las cosas. Para celebrar el centenario de su nacimiento, cumplido el 9 de enero, el siguiente artículo recuerda ese viaje y las circunstancias en que fue realizado.
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En el otoño de 1946, Simone Lucie-Ernestine-Marie-Bertrand de Beauvoir es invitada a viajar a Estados Unidos como profesora visitante. Es ya una intelectual muy reconocida en Francia, y comienza a serlo en el extranjero. Identificada con la filosofía existencialista y con su principal exponente, Jean-Paul Sartre, también es apreciada como novelista. Popular Library -sello que en los años cuarenta y cincuenta suele imprimir entre 100 y 120 mil ejemplares- compra los derechos de traducción de La sangre de los otros, impresa en Francia en 1945 (aparecida en Estados Unidos en 1948). Ivonne Moyse comienza a traducirla cuando De Beauvoir llega a Nueva York, en los primeros días de enero de 1947. Tiene por delante una larga gira académica. Nelly Benson (activista social) y Richard Wright (novelista negro a quien ella y Sartre conocieron en París el año anterior) le dicen que, cuando vaya a Chicago, no deje de buscar al escritor Nelson Algren, quien a su llamado acude al elegante hotel Palmer House, el 21 de febrero. Él es un hombre de origen humilde, nacido en Detroit y criado en Chicago, que después de vagabundear durante la Gran Depresión por Nueva Orleáns, Texas y otras ciudades, se establece en Chicago y se convierte en escritor. Sus personajes son seres marginales, a los que conoce bien y jamás idealiza. Su prosa, entre la parquedad y el lirismo, le ha dado ya cierto renombre.
Algren le hace conocer los bajos fondos de Chicago y corteja a la atractiva mujer. Es el arranque de una relación que, con altibajos, durará 14 años y dejará una huella indeleble en la vida de ambos. En mayo, cuando Simone parte de Estados Unidos, ya se han convertido en amantes, y comienza una larga correspondencia que, por parte de ella, producirá 304 cartas, redactadas en un inglés casi impecable -Lumen las publicó en español en 1999 bajo el título de Cartas a Nelson Algren; las cartas de él a ella no se conocen sino fragmentariamente. De Beauvoir se enamora profundamente de Algren, y, para demostrárselo, recurre en sus cartas a promesas que asombrarán a quienes la imaginan como una furibunda antimachista ("Prepararé la comida y lavaré el piso"; "no te tocaré sin tu autorización"). A la vez, resultan obvias la claridad con que decide su vida y la profundidad y firmeza de sus convicciones -empezando por su lealtad a Sartre, pues aunque el filósofo, según le confía Simone a Nelson, no es un buen amante, y Algren es el primer hombre con el que conoce realmente el placer sexual, nunca se plantea la posibilidad de separarse de aquél.
De Beauvoir adora a Algren sin dejar de ser consciente de las múltiples diferencias entre ambos. Ella se sabe mucho más refinada. Proviene de una familia que ha acumulado un importante capital cultural. Pero en Algren no busca a un par intelectual; ese papel lo cumple Sartre -ante quien ella se verá siempre como una discípula. En Algren encuentra una forma de amor que no conocía, una revelación de sí misma. En agosto de 1947, viaja una vez más a Estados Unidos para reunirse con él. Deciden pasar juntos varios meses y planean un viaje que realizarán en 1948. Fijan una fecha y un itinerario: a comienzos de mayo viajan de Chicago a Cincinatti, de donde bajan por el Mississippi hasta Nueva Orleáns, y de allí parte hacia Centroamérica, para luego visitar la Ciudad de México -así se los aconsejan Wright y otros amigos-, y al cabo volar a Estados Unidos. El 3 de mayo comienzan su viaje. Llegan a Nueva Orleáns el día 10. Dieciséis días después abordan un avión que los lleva directamente a Mérida. El 27, le envía una extensa carta a Sartre en la que le indica el nombre del hotel en el que se han instalado y describe de manera pormenorizada el paisaje y sus actividades. Le gusta que Mérida no acuse influjo estadunidense. Le gustan los flamboyanes, las nubes suntuosas, la frescura de las palmeras y la brevedad de las lluvias. Dan un largo paseo en calandria. Asisten a una pelea de box -afición entrañable para Algren- que le subraya, en comparación con la que acaban de ver en Nueva Orleáns, la diferencia entre los dos países.
La "orgía de frutas, de dulces sospechosos, de camarones, de frituras, de huaraches, de tejidos de algodón," los aturde. Visitan Uxmal, Chichén Itzá, Chichicastenango. Templos y pirámides los asombran. Parten a la capital de Guatemala. Advierten el violento contraste entre el colorido de la ciudad y la sombría condición de los indígenas. El sábado 12 de junio vuelven a México y se instalan en el hotel de Cortés, que hasta la fecha sigue en pie en el número 85 de la avenida Hidalgo. De allí viajan a Taxco, a Cuernavaca, a Cholula, a Puebla, a Teotihuacán. En la Ciudad de México visitan la Alameda Central, Xochimilco, Chapultepec, van al cine y al teatro, a ver danzas folclóricas, a un salón de baile popular en el que languidece un grupo de putas, a un par de corridas de toros, visitan los murales de Diego Rivera en el Palacio Nacional ("¡Y bien! -le escribe a Sartre el miércoles 16- Supongo que los pintores rusos no lograron cosas tan buenas, pero eso nada prueba en favor del arte revolucionario...").
Recorren, además, también los barrios pobres, entran a vecindades, a carpas ambulantes... "Esperaba poco de México -le escribe a Sartre-, pero es mucho mejor de lo que imaginaba". Durante el viaje escribieron un diario conjunto que se conserva entre los papeles de Algren, en la Universidad Estatal de Ohio. Nuestro país (México) le brinda a la pareja su mayor momento de felicidad, y a Simone un motivo para llamar a Nelson, en una futura carta, "mi marido mexicano". Pero es en México también que él se da cuenta de que ella nunca dejará a Sartre. Ella rechaza su propuesta de matrimonio y él no acepta la idea de ser un satélite de la pareja francesa. Está enamorado y no concibe compartir a Simone. El regreso a Nueva York, y la despedida -Algren se niega a llevarla al aeropuerto- son más bien amargos. A pesar de todo, la correspondencia amorosa prosigue. 1949 es un año de satisfacciones para ambos. Ella publica El segundo sexo, con una repercusión enorme, y él entrega la novela El hombre del brazo de oro, que le vale el elogio de Ernst Hemingway, quien lo saluda como "el mejor escritor que ha surgido de Chicago", y le hace acreedor, al año siguiente, del primer National Book Award -en 1955 la novela será llevada al cine con Frank Sinatra en el papel de Frank Machine, el desolado adicto a la heroína.
En el verano de 1950, Simone viaja a una vez más a Estados Unidos para pasar una temporada con Algren en la casa que él ha rentado en Idaho, a la orilla de un lago. Le dice que ya no la quiere y que piensa casarse nuevamente con su ex esposa. En lo sucesivo se conservarán solamente como amigos. A esa visita corresponde la singular imagen de Simone de Beauvoir desnuda, tomada por el fotógrafo Art Shay, amigo cercano de Algren, que en estos días ha ilustrado la cubierta de la revista Le Nouvel Observateur. Según lo cuenta el propio Shay, ella salió de la ducha y comenzó a peinarse frente al espejo. Él tenía una cámara Leica en las manos y sintió el impulso de retratarla. Ella se dio cuenta al escuchar el ruido producido por el obturador, pero no mostró mayor enojo. Solamente le dijo: "Naughty man", frase que podría traducirse como "travieso", pícaro" o "malvado". De Beauvoir cuenta esa relación tan compleja -incluyendo el viaje a México- en Los mandarines, la extensa novela publicada en 1954 por la que obtuvo el premio Goncourt de ese año. En esas páginas, Algren aparece convertido en Lewis Brogan. No le gustó lo que leyó en ellas, pero se abstuvo de hacer comentario alguno. Y el hecho de que haya visitado a Simone en París en 1960 -desde donde emprendieron un viaje a Grecia y a Turquía- indica claramente que aún había vínculos de afecto entre ellos.
Pero cuando ella decidió contarla abiertamente en La fuerza de las cosas (1963), tercera parte de su autobiografía, Algren se sintió afrentado y traicionado. En mayo de 1965, con motivo de la edición en inglés, publicó un virulento ataque en la revista Harper's bajo el título de El problema de Simone de Beauvoir. Con el paso del tiempo, la estrella de Algren decayó, aunque siempre disfrutó de cierta estimación entre sus pares. Murió el 9 de mayo de 1981, día en que, según Kurt Vonnegut, habría conocido a Salman Rushdie, quien quería agradecerle personalmente la inteligente reseña que Algren había escrito sobre Los hijos de la medianoche. Cuando llamaron a casa de Algren para avisarle que iría a verlo, un policía les informó que el novelista había sido víctima de un paro cardiaco. Simone de Beauvoir, fallecería cinco años más tarde. En su testamento especificó su deseo de ser cremada llevando en el dedo anular de la mano derecha el anillo que Nelson Algren le había obsequiado al poco tiempo de que se conocieron.
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'Para Simone de Beauvoir la palabra es también prosa, es decir, signo para apuntar hacia la realidad, instrumento para orientarse en el mundo, paréntesis para aislar un objeto de todos los demás que lo circundan y reducirlo a sus notas esenciales. El lenguaje va a ser el medio gracias al cual ella, que era originariamente amorfa -en tanto que "segundo sexo" en particular, en tanto que ser humano en general-, va a realizar la tarea de construir su existencia, va a arrostrar los riesgos de la libertad, va a experimentar la angustia de la elección de una conducta que, gratuita, aspira a convertirse en necesaria, aunque esta aspiración sea constantemente impedida por la conciencia vigilante. Así es como Simone, la "joven formal", arriba al puerto de la vejez atravesada por el dardo de una gran pasión inútil, tan inútil como las otras: la pasión del verbo que es carne, que es acto, que es entendimiento y que perdurará como memoria'.
Castellanos, R. (1997) "La mujer ante el espejo: cinco autobiografías". En Mujer que sabe latín. FCE. pp. 41- 45

Tuesday, January 22, 2008

Mis personajes salvajes hoy serían terroristas

ANDREA AGUILAR 19/01/2008 ENTREVISTA: Chuck Palahniuk
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El autor, que escribe en el extremo de lo políticamente incorrecto, asegura que el 11-S le ha obligado a centrarse en una escritura de género. Con Rant se estrena en la ciencia-ficción. Hace una década que rompió moldes con El club de la lucha, una novela que pensó que nunca le publicarían. Miles de ejemplares vendidos después y convertido en un escritor de culto -él que cuenta con la comunidad más grande de seguidores cibernautas-, Chuck Palahniuk regresa en Rant. La vida de un asesino (Mondadori) al oscuro corazón de una sociedad secreta. Esta vez, dedicada a los accidentes de tráfico. En una conversación telefónica, Palahniuk (Portland, Oregón, 1964) alude al sentimiento gregario innato en el hombre y sugiere que de alguna manera los miembros de estos grupos buscan compañía y quieren "curarse un miedo". Su voz, dulce y atenta, contrasta con el tono descarnado y crudo de su prosa. Sus libros se sitúan en el extremo de lo políticamente no correcto. El escritor arranca con este libro una trilogía de ciencia-ficción, su primera incursión en el género. Palahniuk se sirve del modelo de la historia oral para construir esta novela y enlazar los testimonios de aquellos que conocieron a Buster Rant Casey, el perturbador protagonista. Con esta fórmula indirecta de coro de voces, ofrece el retrato de un asesino en serie, un chico de pueblo que experimenta desde la infancia con el dolor, quiere expandir una plaga de rabia y forma parte del grupo que organiza accidentes de tráfico controlados.
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PREGUNTA. Rant es una onomatopeya de arcada. ¿Cuánto de vómito hay en ella?
RESPUESTA. Con toda su crudeza, el vómito es una reacción que nos protege. Es un rechazo físico que previene el envenenamiento.
P. ¿Y de qué veneno quería librarse?
R. Bueno, no quería caer en la nostalgia de la madurez, en ese sentimiento que te hace mirar atrás y pensar cuánto mejor era tu vida en el pasado, por ejemplo, la mía en el pueblo en el que crecí. Este libro me ha permitido regresar a aquel paisaje y ver lo horrible que era. He arrojado cualquier nostalgia.
P. ¿Sigue esto la ruta de la escritura del riesgo que aprendió junto a Tom Spanbauer?
R. Sí. Este tipo de escritura te permite regresar a un recuerdo, a una experiencia que está sin resolver y que debes asimilar porque es parte de tu vida, de tu pasado, pero también de tu presente. Se puede entender como un vómito, pero también como una exploración, que te permite alcanzar una comprensión profunda de las cosas que te enfadan. Así, llegas a tolerarlas. Es un trabajo terrible y desagradable llegar a ese primer borrador, como dice Tom, hay algo de defecación en este proceso.
P. Rant está construida como una historia oral, una fórmula propia de la sociología. ¿Por qué?
R. Como lector siempre me ha entusiasmado la historia oral. Como escritor te permite montar una historia como en el cine, no tienes que explicar la relación entre una cosa y la siguiente, simplemente yuxtapones.
P. ¿Piensa en el efecto que sus libros tendrán en el lector mientras los está escribiendo? ¿Quiere jugar con el público?
R. No, nunca pienso en el lector. Sólo tengo en la cabeza al grupo de escritores con los que me reúno cada lunes por la noche. Intento sorprenderles.
P. ¿Quiénes son?
R. Son los alumnos con los que asistí a las clases de Spanbauer y a todos los efectos seguimos funcionando como el grupo de Tom. Nos reunimos para leer lo que cada uno ha escrito desde 1990. Llevamos casi veinte años, lo que convierte estas reuniones en todo un reto. Es un juego sofisticado que cada vez se nos da mejor.
P. El protagonista de Rant se autoeduca en el dolor, experimenta con él.
R. Quiero implicar al lector a un nivel físico para que haya una mayor empatía con los personajes. Por eso en mis libros trato la enfermedad, el abuso de drogas, el sexo o la violencia. Éste es el motivo de que Rant pase por todos esos retos.
P. Y lo trata de una manera muy gráfica.
R. Sí, porque a menudo se desprecia la conexión física con el lector. Se considera baja cultura. Yo busco un contacto emocional más que intelectual.
P. ¿Es ésta una manera de ofrecer al lector un retrato de sí mismo, de decirle que forma parte de todo esto?
R. Yo no sostengo ningún espejo ante nadie, sólo intento ofrecer algo que atrape al lector, que llame su atención. Puede que haya quien descubra cosas, pero mi objetivo nunca es corregir a la gente.
P. ¿Qué le ha llevado a la ciencia-ficción?
R. Es un género con el que crecí, siempre me ha gustado mucho. Además, desde el 11 de septiembre siento que no puedo presentar en las novelas al tipo de personajes salvajes que suelo tratar, hoy serían considerados terroristas. Necesito ponerlos dentro de una literatura de género.
P. ¿Por qué?
R. Porque las cosas que hacen no serían aceptables para la mayoría.
P. ¿Es éste el cambio más importante que ha notado desde que publicó su primera novela hace una década?
R. No puedo echarle toda la culpa al 11 de septiembre. A lo mejor hubiera escrito ciencia-ficción de todos modos, en mi afán por reinventar mi trabajo tanto como soy capaz de imaginar. Sin embargo, pienso que ni el libro ni la película de El club de la lucha podrían realizarse hoy, después de los atentados. La película acababa con el derrumbe de un edificio... Además, mis libros son ahora menos cinematográficos.
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Rant. La vida de un asesino. Chuck Palahniuk. Traducción de Javier Calvo. Mondadori. Barcelona, 2007. 320 páginas.

Ejecuciones: ¿La justicia cuándo?

Operativos fallidos, enfrentamientos entre sicarios y corporaciones policiacas, ejecuciones de funcionarios, secuestros y demandas de seguridad resumen la situación que vive Tamaulipas.
El 8 de junio de 2005 fue asesinado Alejandro Domínguez Coello, siete horas y media después de haber asumido la dirección de Seguridad Pública municipal de Nuevo Laredo. El jefe policiaco había desempeñado labores administrativas en la delegación de la PGR, y había sido presidente de la cámara de comercio local. Al asumir su cargo a las 14:00 horas de aquella fecha dijo que no tenía compromisos con nadie, ni temor alguno: "Mi compromiso es con la ciudadanía. Yo creo que el temor deben tenerlo quienes tienen algunos compromisos. En cuanto a los homicidios, yo nada más pediría que las autoridades estatal y federal en su caso resuelvan los problemas que son de su competencia". A las 21:30 de ese mismo día el vehículo que conducía fue atacado a balazos. Domínguez Coello murió en su camioneta. Se le dispararon cerca de 40 balazos de rifle R-15.
Los muertos ya los tenemos. Cada día va aumentando su número: degollados, ultimados, ejecutados por un poder que se manifiesta como omnímodo. Estos muertos más los que usualmente resultan de la cotidiana violencia contra los débiles y las mujeres, me permiten decir que los muertos ahí están.
¿Dónde está la justicia?
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Al cierre: Ayer 21 de nero el juez penal Ernesto Palacios, de 53 años, fue ejecutado mientras manejaba su vehículo en San Nicolás de los Garza. El juez en su momento abrió un proceso en contra de un comando armado que fue detenido par la Agencia Estatal de Investigaciones en agosto de 2005 donde fueron detenidos una docena de pistoleros-

Luctuosa: Bobby Fischer

Murió Bobby Fischer, genio del ajedrez. Reproduzco el perfil que publica el ajedrecista Leontxo García en El País.
Rebelde en jaque perpetuo

Hasta su edad al morir, 64 años, uno por cada casilla del tablero, está ligada al ajedrez. Y la ciudad en la que Bobby Fischer murió anoche por una enfermedad renal, Reikiavik (Islandia), es la misma en la que destruyó la hegemonía soviética al destronar a Borís Spasski en 1972, en plena guerra fría entre EEUU y la URSS; la misma que le lanzó a la idolatría de millones de aficionados, y que le convirtió en el ajedrecista más carismático de todos los tiempos. Fischer fue un rebelde con mayúsculas, hasta el punto de que era asilado político en Islandia por una orden de busca y captura de la Casa Blanca tras violar el embargo contra Yugoslavia al disputar allí la revancha contra Spasski en 1992. El 1 de septiembre de ese año, en su primera rueda de prensa tras 20 años de reclusión, con periodistas hasta debajo de las mesas porque no cabían en otro sitio, con corresponsales de guerra que habían dejado de cubrir la de la vecina Bosnia para ilustrar el retorno de Fischer en Montenegro, el niño terrible del ajedrez escupió ante las cámaras sobre un documento del Gobierno de EEUU que le conminaba a no jugar con Spasski en Yugoslavia, con una bolsa de cinco millones de dólares. Pero quien le persuadió para disputar ese duelo no fue el dinero, sino una húngara de 19 años, Zita Rajcsanyi, de la que Fischer estuvo enamorado durante un par de años.Esa misma cantidad es la que le ofreció el dictador filipino Ferdinand Marcos por defender su título en 1975 contra la emergente estrella soviética Anatoli Kárpov. Pero, en su rebeldía extrema y su fidelidad a principios inamovibles, Fischer exigió que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) aceptase sus condiciones: propuso que se jugase al mejor de diez victorias, sin límite de partidas, los empates no contaban, que hacían impredecible la duración del Mundial. La FIDE se negó, Fischer renunció a convertirse en millonario y desapareció de la vida pública durante veinte años. Ciertamente, la coherencia de Fischer con sus ideas fue máxima. En 1965, logró que Fidel Castro se comprometiera en público a no utilizar políticamente su participación en el torneo de La Habana a través del teletipo, ya que la Casa Blanca le impedía viajar a Cuba. Y en 1972, cuando Fischer estimó que la bolsa inicial de su duelo por el título contra Spasski en Reikiavik era "una miseria", ocurrieron dos cosas extraordinarias: primero tuvo que intervenir nada menos que Henry Kissinger, Secretario de Estado, para rogarle que jugase; pero lo esencial fue que el mecenas británico Jim Slater agrandó la bolsa en 125.000 dólares. Sin embargo, esa coherencia también escondió un miedo patológico a perder, a ser destronado por Kárpov, con quien negoció en secreto en 1976, en Córdoba y Madrid. Cuando ambos estaban de acuerdo en disputar un duelo, Fischer exigió que se llamase "Campeonato del Mundo Profesional", a sabiendas de que el Kremlin jamás lo aceptaría, y se rompió el diálogo.
Fischer era un rebelde en jaque perpetuo, perseguido realmente por la Casa Blanca, pero también por muchos más en su paranoia, que le llevó a desarrollar una doble o triple personalidad, antitética e insoportable para quienes le conocimos en la intimidad, y quizá también para él mismo. Dotado de un cociente intelectual superior al de Einstein, era maravilloso verle analizar una partida de ajedrez, entrañable cuando narraba con emoción infantil su viaje para visitar los dragones de la isla de Komodo y muy interesante escuchar sus opiniones sobre política internacional, a pesar de su anticomunismo visceral. Pero también era espantoso ser testigo de su racismo contra los judíos, a pesar de que su madre era judía, alimentado por las amistades filonazis que hizo en Alemania durante sus veinte años de misterio. Muy probablemente, la parte más oscura de la personalidad de Fischer tiene mucho que ver con su poco recomendable infancia. Su madre, Regina, políglota, hiperactiva, paranoica y sospechosa de espiar para la URSS se había separado del biofísico alemán Gerhardt Fischer, luchador en el bando republicano de la Guerra Civil española. Mucho más tarde se supo que el verdadero padre de Bobby fue el científico húngaro Paul Nemenyi, también judío, y también sospechoso de espiar para la URSS. Nadie impidió que Fischer abandonase la escuela en su adolescencia y centrase su vida exclusivamente en el ajedrez, lo que impidió que adquiriese una cultura general hasta que ya fue adulto y probablemente favoreció su desequilibrio mental. El lado negro de Fischer sólo tiene una utilidad póstuma: es un argumento para convencer a los jóvenes talentos del ajedrez de que no abandonen su formación paralela como seres humanos. Pero el lado bueno del jugador más carismático en más de quince siglos de historia del deporte mental incluye un legado tan magnífico como inmortal: sus mejores partidas, que producen en el aficionado una sensación similar a la de la Novena de Beethoven en un melómano. Esas obras de arte no morirán nunca.

Los candidatos y sus gastos

Los candidatos que compiten por ocupar el Despacho Oval gastarán más de 1.000 millones de dólares en las presidenciales estadounidenses de 2008. Pero la necesidad de poner en marcha una campaña intensiva para recaudar fondos es un fenómeno global. Tener los bolsillos llenos puede marcar la diferencia el día de las elecciones.
En Japón los aspirantes a sentarse en la Dieta nipona gastaron unos 350 millones de dólares durante la campaña de 2005, unos 1,15 millones por distrito. Gastos: agasajar a los electores. Como la propaganda pagada está prohibida, los políticos deben mantener relaciones intensas con los votantes, lo que significa aflojar muchos yenes en despedidas de soltero, regalos de cumpleaños y funerales.
En Rusia el coste estimado de una campaña decente para un escaño en la Duma está entre 1,5 y 2 millones, muy por encima de los 228.000 dólares estipulados por la ley. Gastos: anuncios y fiestas. Los candidatos deben soltar pasta para anuncios en televisión y prensa, y contratar agentes para reunir firmas para la nominación. La mayoría de las emisoras son gubernamentales, así que pueden estar sesgadas.
En Brasil en el 2006, Lula da Silva gastó casi 55 millones de dólares para seguir en la presidencia, y el opositor Geraldo Alckmin, más de 42. Pero la mayoría de los partidos llevan una doble contabilidad. Gastos: viajes y gadgets de campaña. El tamaño de Brasil exige que los candidatos gasten sus fondos en viajes para encontrar votantes. También regalan camisetas, distintivos y comida.