Los candidatos que compiten por ocupar el Despacho Oval gastarán más de 1.000 millones de dólares en las presidenciales estadounidenses de 2008. Pero la necesidad de poner en marcha una campaña intensiva para recaudar fondos es un fenómeno global. Tener los bolsillos llenos puede marcar la diferencia el día de las elecciones.
En Japón los aspirantes a sentarse en la Dieta nipona gastaron unos 350 millones de dólares durante la campaña de 2005, unos 1,15 millones por distrito. Gastos: agasajar a los electores. Como la propaganda pagada está prohibida, los políticos deben mantener relaciones intensas con los votantes, lo que significa aflojar muchos yenes en despedidas de soltero, regalos de cumpleaños y funerales.
En Rusia el coste estimado de una campaña decente para un escaño en la Duma está entre 1,5 y 2 millones, muy por encima de los 228.000 dólares estipulados por la ley. Gastos: anuncios y fiestas. Los candidatos deben soltar pasta para anuncios en televisión y prensa, y contratar agentes para reunir firmas para la nominación. La mayoría de las emisoras son gubernamentales, así que pueden estar sesgadas.
En Brasil en el 2006, Lula da Silva gastó casi 55 millones de dólares para seguir en la presidencia, y el opositor Geraldo Alckmin, más de 42. Pero la mayoría de los partidos llevan una doble contabilidad. Gastos: viajes y gadgets de campaña. El tamaño de Brasil exige que los candidatos gasten sus fondos en viajes para encontrar votantes. También regalan camisetas, distintivos y comida.
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