En México es común que una persona pueda permanecer en la cárcel durante varios años a pesar de encontrarse bajo proceso y de no tener sentencia en su contra. La presunción que existe en otros países de que toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad no se aplica en nuestro país. La ley actúa bajo el supuesto de que toda persona acusada de un delito grave es culpable, si al final el juez la declara inocente, la autoridad no le ofrece siquiera un “usted disculpe”. En otros países la mayoría de los procesados puede recurrir al pago de una fianza para conservar la libertad mientras se lleva a cabo su juicio. Solamente se niega la fianza a los acusados considerados de alta peligrosidad. En México se mantiene en la cárcel, sin derecho a fianza, a toda persona acusada de un delito grave. Se define esta gravedad sobre la base de la pena carcelaria que tendría que cumplir la persona en caso de ser encontrada culpable. Lo anterior significa que en le sistema mexicano de justicia primero se castiga y después se averigua. Si una autoridad desea dañar a alguna persona inocente o vengarse de ella por cualquier razón no tiene más que presentar una acusación por un delito grave en su contra. Debido a que el criterio para otorgar un auto de formal prisión es mucho más débil que el que se necesita para obtener sentencia, es relativamente fácil utilizar a la justicia para castigar a inocentes o incluso para cobrar cuentas personales.
‘El establecimiento de los juicios orales en México sacudirá la forma de enseñar, ejercer, practicar y administrar la justicia y el derecho. Ese solo cambio, tanto en las aulas como en los juzgados, las fiscalías y los despachos, obligará a transformar un sistema que, de opaco, burocrático y lento, frecuentemente denegaba la justicia o, peor, la corrompía. El hecho de sacudir un sistema que, de injusto, había socavado la confianza en la justicia es un paso importantísimo del cual hay que felicitarse’.
No comments:
Post a Comment