Sunday, August 30, 2009

La mafia, ahora, es asunto de mujeres

La mafia italiana tiene otra cara: las madrinas

Las conocen por apodos tales como "Gata Gorda" y "Marimacho". Sus peleas por el poder las sacaron a las calles disparando sus pistolas. Dirigen sus familias mafiosas con voluntad de hierro además de criar a los niños y cocinar la pasta. Las madrinas están en ascenso en la Camorra, el crimen organizado de la zona de Nápoles. Las mujeres siempre han tenido una presencia fuerte en las familias de la Camorra, abriéndose paso hasta la cima a golpes y alguno que otro asesinato. Su influencia se remonta a los años 50, cuando una ex reina de belleza embarazada apodada "Pupetta" (muñequita) mató a tiros al hombre que ordenó el asesinato de su esposo y, dicen, se embarcó en una carrera delictiva.
Luisa Terracciano, de 48 años, es considerada como la jefa del clan Orefice-Terracciano-Arlistico
Elmelinda Pagano de 44 años, esposa de un supuesto capo de la Camorra, Raffaele Amato.
Durante generaciones, cuando se producía el arresto de camorristas, las madres y esposas salían a las caóticas calles de Nápoles, donde arrojaban insultos y hasta golpes a la policía.
Ahora que el estado escala la guerra contra la Camorra y arresta a decenas de hombres, las mujeres tienden cada vez más a tomar las riendas.

Madres, hijas, hermanas y cuñadas toman cada vez más las funciones dirigentes. Esta dimensión familiar de la Camorra se corresponde con la estructura de la sociedad italiana, donde las familias generalmente prefieren encomendar sus negocios a una pariente mujer antes que a alguien de afuera. Las mujeres camorristas todavía realizan las tareas "tradicionales" de cortar y envolver cocaína y heroína en sus cocinas o asear las guaridas de capos prófugos, pero algunas ejercen el poder en las calles. Amenazan a los comerciantes para que paguen protección y cada vez más dirigen un tráfico de drogas que mueve millones de dólares. En un episodio espectacular, en 2002, dos grupos de mujeres de clanes rivales se enfrentaron en las calles de Lauro, una población vecina a Nápoles, primero a gritos, luego a tiros de metralleta y pistola, hasta que dos abuelas y una niña de 16 años cayeron muertas. La causa de la riña fue el asesinato del primo de un capo. Algunas "madrinas" camorristas están a la altura de los hombres en cuanto a influencia y mando, aseguran las autoridades.
Tal es Maria Licciardi, que pertenece al bando victorioso en la prolongada y sangrienta rivalidad entre los Di Lauro y la Alianza Secondigliano que hasta hace un par de años sembraba cadáveres casi diariamente en las calles de Nápoles. La signora Licciardi es una verdadera 'madrina', sin ninguna duda. Era hermana de un capo, se sentaba a la mesa con otros capos, tomaba decisiones con ellos, estaba en su mismo nivel. Licciardi, una mujer menuda apodada por secuaces y enemigos "a piccirella" (la pequeña), fue arrestada cuando conducía su auto por las calles de Nápoles en 2001. Estaba prófuga desde 1999 y figuraba en la lista de los 30 delincuentes más buscados de Italia. Se la considera de una jerarquía tal, que está presa bajo el régimen carcelario más riguroso, que incluye aislamiento y un contacto sumamente limitado con el mundo exterior. Licciardi es considerada una administradora eficiente y de gran "poder de persuasión". Se cree que, con promesas de dinero, pudo convencer a algunos camorristas que estaban a punto de entregarse que siguieran leales al clan. Durante generaciones, cuando se producía el arresto de camorristas, las madres y esposas salían a las caóticas calles de Nápoles, donde arrojaban insultos y hasta golpes a la policía. Pero a medida que aparecen como figuras jerárquicas de la Camorra, a menudo son ellas las arrestadas. Son tan... arrogantes como los hombres cuando las arrestan.
La aparición de las mujeres en posiciones de poder tiene sus raíces en la sociedad napolitana. La mujer camorrista sigue el modelo de la mujer napolitana en la sociedad matriarcal. Ella controla los gastos de la casa, la crianza de los niños. Estas destrezas se traducen en la determinación de las tasas de interés de los préstamos usurarios o el pago a los niños del vecindario para que suenen la alarma si viene la policía.
Criar hijos significa introducir a los niños en la vida delictiva y disponer los matrimonios de varones y muchachas para tejer o reforzar la trama de alianzas con clanes que de otro modo serían rivales. Son resueltas, buenas estrategas, más astutas que sus hombres. Mientras las mujeres de la Camorra parecen no conocer límites en su ascenso al poder, las de la Cosa Nostra siciliana aparentemente no tienen las mismas posibilidades. La historiadora milanesa Ombretta Ingrasci, autora de un libro sobre las mujeres de la mafia siciliana, habla de un "techo de cristal", posiblemente porque a diferencia de la Camorra, basada en la familia, la Cosa Nostra es un club de hombres que no busca a sus miembros sobre la base de los vínculos sanguíneos.
El código de la Camorra le permite al capo tener todas las mujeres que quiera, incluso de manera pública, porque eso lo fortalece. En cambio, la mujer camorrista no puede serle infiel.

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