Wednesday, September 02, 2009

Del Informe...

Calderón se equivoca de nueva cuenta con su apabullante informe. La pantalla no lo hace atractivo y seguro de sí mismo, cercano a los pesares y deseos de la audiencia, por más cautiva que ésta sea. Tampoco los adornos con los que se rodea le facilitan la representación que intenta ni le prestan calor o lo introducen en las simpatías del auditorio. Sus mensajes en la radio suenan huecos, retacados de ficción por el falseado sustento en que se apoyan. Las tonalidades altisonantes de su voz delatan el artificio de las almibaradas cifras, y los logros se alejan de la aprehensión ciudadana. Sus pretensiones de gran conductor, de realizador incontestable, se estrellan con las realidades angustiantes del presente y, sobre todo, con los oscuros horizontes del futuro. Pero la retahíla de espots seguirá por tiempo aún indefinido en el espacio público. Los costos para él y sus asesores no importan. Todo será cargado a la cuenta de la hacienda pública.
Las modificaciones a la ley que rige el formato del Informe resultaron contraproducentes. Calderón se revienta una grotesca feria a su vanidad personal. Un desmesurado halago íntimo donde él será el actor estelar, el héroe, un benefactor digno de admiración, el guía insuperable. Una vez más el Palacio Nacional será el recinto que lo arrope y los asistentes aplaudirán con emoción interesada sus palabras. Las cámaras se encadenarán para difundir tan solemne, trascendente acto de rendición de cuentas, de civilidad: en efecto, una verdadera vergüenza republicana.

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