Thursday, October 09, 2008

Cartas sucias de James Joyce

Joyce escribe a Nora Bernacle. Son las cartas de un hombre de veinte siete años, con la excitación suficiente para escribirle a su querida de treinta, anclada en Trieste: “Estoy todo el día excitado. El amor es un maldito fastidio, sobre todo cuando también está unido a la lujuria”. Una de las cartas de 1909, donde Joyce llama a Nora cariñosamente “putita de ojos salvajes”, fue subastada en el 2004 por Sotheby’s por más de 240.000 libras, lo que da una idea de la calidad de la escritura y la destinataria.
“Voy a aventurarme a decir sólo una cosa. Dices que quieres que mi hermana te lleve ropa interior. No, querida, por favor. No me gusta que nadie, ni siquiera una mujer o una niña, vea cosas que te pertenecen. Me gustaría que tuvieses gran cantidad de ropa interior de todas clases, de todo tipo de colores delicados, guardada, planchada y perfumada… Estoy cansado de enviarte palabras. Nuestros labios pegados, nuestros brazos entrelazados, nuestros ojos desfalleciendo en el triste gozo de la posesión me complacerían más”. Carta del 22 Noviembre 1909
“Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto… Nora, mi fiel querida, mi pícara colegiala de ojos dulces, sé mí puta, mí amante, todo lo que quieras (¡mí pequeña pajera amante! ¡mí putita pichadora!) eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia”. Carta del 12 de diciembre de 1909
“Ahora la noche, la secreta y pecaminosa noche, ha caído de nuevo sobre el mundo y vuelvo a estar solo escribiéndote. Como sabes queridísima, nunca uso palabras obscenas al hablar. Cuando los hombres de aquí cuentan delante de mí historias sucias o lascivas, apenas sonrío. Y, sin embargo, tu sabes convertirme en una bestia. Fuiste tu misma, tu, quien me deslizaste la mano dentro de los pantalones y me apartaste suavemente la camisa y me tocaste la pinga con tus largos y cosquilleantes dedos y poco a poco la cogiste entera, gorda y tiesa como estaba, con la mano y me hiciste una paja despacio hasta que me vine entre tus dedos, sin dejar de inclinarte sobre mí, ni de mirarme con tus ojos tranquilos y de santa”. Carta del 3 de diciembre de 1909
Epílogo
Una página fechada el 15 de diciembre de 1909. Con esto quedan claras las dulces fatigas del amante y corresponsal, el cansancio de los amores lejanos.
« (…) Querida, acabo de venirme en los pantalones, por lo que he quedado para el arrastre. No puedo ir hasta la oficina de correos a pesar de que tengo tres cartas por echar. ¡A la cama…a la cama ! ¡Buenas noches, Nora mía!

2 comments:

Anonymous said...

Ese Joyce. . . A veces tiene tanta dualidad. Aunque pensándolo mejor: ahora me queda todo claro

Anonymous said...

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