Francois Goguel escribe que en política sólo hay dos partidos, el del orden y el del movimiento, el del cambio y el de lo establecido. El orden no se agota en su relación con la propiedad y el ingreso. Como todo término utilizado para definir la condición social del hombre, resulta deficiente tan pronto como se aplica: no hay fronteras nítidas; no hay más fronteras que las establecidas por el gobierno, y se sabe por experiencia que son siempre móviles. Como en la teología protestante, el pobre es siempre culpable y en el actual pensamiento de los empresarios se le considera autor de pecados inconfesables que deben ser expiados, primero en este mundo y después en el otro. Mientras debe mantener el orden, la inmovilidad que es la disposición natural y divina de donde deriva el bien común, resulta pues lógica la agrupación de la seguridad nacional y del orden bajo un solo rubro. El respeto complica más aún el problema de la seguridad porque no puede existir sin reconocer la división de la necesidad en clases. Atentar contra el orden es atentar contra la seguridad: el orden sólo puede ser modificado respetando las normas establecidas, así, una manifestación puede convertirse en un delito.
De atenernos a las definiciones dadas por los diccionarios, el respeto aparece entre dos instancias, personas o grupos desiguales: padres e hijos, maestros y estudiantes, oficiales y soldados, gobernantes y gobernados. Hay otra forma de respeto que no deriva de la obediencia o de la sumisión, es el respeto ofrecido libremente al sabio, al generoso, al mártir. El respeto es una manifestación externa, un reconocimiento de la distancia que media entre un superior y un subordinado. Con frecuencia, sólo es una expresión verbal, un título, que en México no termina por aterrizar: todos somos ciudadanos.
De atenernos a las definiciones dadas por los diccionarios, el respeto aparece entre dos instancias, personas o grupos desiguales: padres e hijos, maestros y estudiantes, oficiales y soldados, gobernantes y gobernados. Hay otra forma de respeto que no deriva de la obediencia o de la sumisión, es el respeto ofrecido libremente al sabio, al generoso, al mártir. El respeto es una manifestación externa, un reconocimiento de la distancia que media entre un superior y un subordinado. Con frecuencia, sólo es una expresión verbal, un título, que en México no termina por aterrizar: todos somos ciudadanos.
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