Con motivo de su nacimiento hace 80 años se han publicado artículos en diversos medios; sin tener los honores de un ‘homenaje nacional’ porque no lo necesita, por la sencilla razón de que se le sigue leyendo.
En entrevista con Aurelio Asiain y Juan García aquí esta idea suya sobre la ausencia de política en México:
La política mexicana no es política. Aquí hay una estructura que no corresponde a la de ningún otro lado. Tenemos la misma situación desde hace años: el pueblo sufre siempre, el gobierno trata de protegerlo y los ricos son los malos. Los papeles no han cambiado nunca. Al pueblo se le han hecho toda clase de favores pero sigue siendo el pueblo y se sigue muriendo de hambre. Los ricos siguen siendo los malos pero también siguen siendo los ricos. El gobierno sigue siendo el protector del pueblo... y así es la vida. El señor que tiene un puesto en el gobierno cobra por defender al pueblo y el pobre paga porque lo defienda el rico que está en el gobierno. Es un teatro. Pero no tiene nada que ver con lo que podría llamarse política. Sería política si, por ejemplo, los problemas se discutieran públicamente, como se hace en otros países.
Rafael Pérez Gay piensa en Chesterton cuando imagina a un Ibargüengoitia de 80 años:
El 22 de enero de este año, Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) habría cumplido 80 años de edad. Murió a los 55 en un trágico accidente aéreo en Barajas, Madrid, hace 25 años. El conjunto de sus páginas se filtraba a través de la sátira, la comicidad y la ironía, que son tres cosas parecidas, pero muy distintas entre sí. Sus novelas, sus cuentos y sus artículos son capaces todavía de censurar o poner en ridículo; y la burla fina y disimulada forma la textura de su obra. Poder e historia, crítica y desmitificación, sátira y parodia, definen este hemisferio. Ciertamente los libros de Ibargüengoitia divierten por la rapidez, la comicidad y la densidad de sus tramas.
En su evocación, Javier Aranda recoge su respuesta frente a la obvia pregunta sobre el humor:
El humor, "es algo que yo, francamente, no sé qué es. El término ‘comedia’, por ejemplo, significa algo muy concreto: se trata de una visión parcial de las cosas, de ver la realidad en un sesgo en el que todo es un poco grotesco y presentarlo como tal. La comedia supone una simpatía del escritor con el personaje. La sátira es otra cosa: el escritor odia al personaje y lo presenta como una piltrafa. Pero el humorismo no sé qué es. Un señor que hace chistes no me interesa. Sé que ciertas cosas son chistosas, y puedo hacer chistes, pero no me parece que la risa tenga ninguna virtud ni que sea una ventaja. Lo que a mí me interesa es presentar la realidad, y si la presentación puede ser chistosa está muy bien".
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