El que personas sean arrebatadas y su presencia se esfume debería causar conmoción en una sociedad que tenga aprecio a la vida humana, a su libertad, a la vigencia de la ley. Pero eso no ha ocurrido en México donde la conciencia social parece esterilizada por la impregnación de valores contrarios ala dignidad de las personas y dominada por una dejadez y por un cinismo social que trivializa o permanece impasible ante la muerte violenta y la supresión de libertades.
Es inadmisible que la gente se esfume como si se la hubiera tragado la tierra y ninguna autoridad explique lo ocurrido. Preocupa que a pocos preocupe la desaparición de personas, desidia que es una grave degradación ética y social.