Uno puede tratar de cambiar muchas cosas de su aspecto físico, y a veces lograrlo, pero nunca podrás hacer algo con la estatura. Se le parece a la felicidad; así veo la búsqueda de la felicidad: podrás darte gustos, encontrar espacios en los que te sientes cómodo; amar a tu familia, a tus amigos, a una mujer, a tus perros. Eso no es la felicidad. Quién sabe qué sea la felicidad; no es todo lo anterior. Están los placebos; ideas, actitudes, acciones que se le parecen: una gran borrachera; ser leal con los tuyos, honesto; alejarte de la corrupción, de la falsedad, del odio y la mentira; hacer las cosas que te gustan con amor y a fondo. Y nada de eso es felicidad. Te pones feliz por un momento pero no es que seas feliz. Detrás de la amistad, el amor, el esfuerzo, el trabajo, el alcohol, la dedicación y todo lo que nos da felicidad por un instante, descansa el dolor. Y no es que me queje. Algo muy parecido es la soledad. Uno puede estar rodeado todo el tiempo pero por una razón inescrutable algunos nos sentimos, por acompañados, solos. Y no escribo esto para hablar sobre la “soledad acompañada”; ni me siento identificado en eso de “un corazón solitario no es un corazón”, de Antonio Machado. La compañía me gusta, pero también la soledad. Es más: compañía y soledad son perfectamente compatibles. Me encuentro más completo en la soledad que en la compañía, y eso es algo que se aprende con la edad y después de mucha vida. La compañía no me parece vulgar como la felicidad: todo lo contrario.