Conforme a una lógica que a la postre resulta incapaz de explicar nada, se supondría que después de que aparecen cadáveres en las calles, la movilización militar y policíaca inhibiría la comisión de nuevos delitos. Pero no, con talante imperturbable, como si las acciones de la autoridad las tuvieran sin cuidado, las bandas no se recatan, no se refugian en sus guaridas sino que vuelven a matar.