Moreira está imponiendo una locuacidad impregnada de bravuconería, ese estilo de habla populachera que confunde la sencillez y el lenguaje claro con la chabacanería y la insolencia. Se parece tanto en eso a Vicente Fox, que ha reproducido su anuncio sobre el exterminio de las tepocatas: filosofía política del más alambicado estilo, la más elevada alcurnia, la más profunda raíz.
Moreira representa el PRI autoritario del pasado, el habituado a imponer decisiones, el que no rendía cuentas porque no era permitido que nadie las demandara. No ha hecho más que política de campanario y ahora estará situado en un mirador más alto, desde el que contemplará horizontes más dilatados.
Tras pedir licencia para separarse del gobierno de Coahuila, hizo que la dócil legislatura nombrara al valido que él designó como gobernador sustituto. Jorge Torres ocupa ese lugar, después de haber sido secretario de Finanzas y de Desarrollo Social del ahora líder nacional. No sólo cubrirá las espaldas de su antecesor, sino que contribuirá a que otro designio de Moreira se convierta en realidad como por arte de magia: que su hermano Rubén sea elegido en julio próximo gobernador constitucional. En una suerte de reelección, la historia coahuilense registrará 12 años de gobernantes del mismo apellido, de la misma índole, de la misma familia.
¿Cómo explicar esta facilidad para sacar avante proyectos en apariencia extravagantes, por lo menos insólitos? Quizá la clave está en su amistad, o sometimiento, a dos personajes clave en la política priista de este momento. Una es Elba Esther Gordillo. Moreira es un delegado predilecto de la maestra, que le ha permitido ejercer otro rasgo de favoritismo apto para la construcción de un clan familiar dominante: Carlos Moreira, hermano menor de los gobernadores pretérito y futuro, ha sido, insólita y sucesivamente, líder de las dos secciones del sindicato magisterial en Coahuila. La otra piedra miliar sobre la que descansa la súbita proyección nacional de Moreira es el grupo que ha elegido a Peña Nieto como próximo presidente de la República. Un vigoroso núcleo de poder que busca combinar las atildadas formas de su candidato presidencial con la bravuconería rústica del líder partidario.