Ando de buenas

Respeto, pero evito, a esos escritores que por distintas razones -infancia infeliz, esposa golpeadora, ganas de joder- dedican su vida y su obra a tomarle recado a la catástrofe. Recuerdo a un periodista que, de vez en cuando, participaba en televisión y en estas intervenciones dedicadas todas ellas al ejercicio de la reseña de hondísimas desgracias, terminaba diciendo: 'a mí, me duele México', como dando a entender que los que veíamos el programa éramos una punta de zoquetes insensibles carentes de todo patriotismo... Mi temperamento –como ustedes bien saben- propende al desmadre, porque México a veces me duele, pero la mayoría del tiempo me divierte y me emociona y porque creo que, como diría Malraux, la vida es más inteligente que nosotros y así, cuando nosotros ya no vemos salida, la vida apenas está comenzando su trabajo. Dicho esto, procedo a hacer una declaración trascendental: Ando de buenas. Estoy de buen humor porque estoy vivo, pero también porque pienso que maldita la falta que nos hace en este momento otra noticia catastrófica u otro anticipo de lo terrible.