El cuasi-monopolio del poder central contrasta con lo que está ocurriendo en el ámbito estatal. Los gobernadores tienen poder político sustantivo; tienen la capacidad de ser virreyes en su estado y administrarlo a su antojo. Pueden decidir quién recibe recursos y lo que se le cobrará por ellos. Atrás quedaron los días de gobernadores leales con papeles ceremoniales. Antes obedecían y hoy pueden dar órdenes, antes le rendían pleitesía al centro y hoy pueden enfrentarse a él, antes eran impuestos y hoy son elegidos. Los gobernadores son actores legítimos con reclamos que también los son. Porque llegaron a través de las urnas y no del dedazo no le deben nada al presidente y quizás, quién sabe, no le deben mucho al liderazgo de sus propios partidos.
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