Creo firmemente que debemos aprender a empujar a un amigo al precipicio antes que a ayudarlo a no caer en él y a desterrar cualquier tipo de cobarde condescendencia cuando se trata de la gente a la que en verdad amamos. Sólo a mis amigos les digo lo que verdaderamente pienso y veo en ellos. Esta tendencia a decirles sus verdades se me ha agudizado bastante.
Hay quien no se amilana de las cosas que le digo y me responde, y trata con argumentos y buenas razones de demostrarme que estoy equivocado, señalando mis defectos. Eso se acerca aún más a la verdadera amistad y les estoy muy agradecido. Se establece, de esta forma, un dialogo sin condescendencias que es sumamente aprovechable (se toman la molestia de tratar de joderme); eso se acerca mucho a la amistad.
Ser tolerantes con los defectos del amigo es traicionarlo. La amistad exige aristas. Debemos saber decir verdades a los amigos. Por mi parte, a mis amigos les aseguro que lo seguiré haciendo y que espero respuestas de ustedes de la misma condición y en la misma medida, ya sea visceral y ridícula, la confrontacionista sarcástica o la sincera e inteligente. Pero eso sí, amigos, por favor les exijo que, al menos, me mienten la madre. Los voy a seguir chingando.
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Dime por favor dónde estás, en qué rincón puedo no verte, dónde puedo dormir sin recordarte y dónde recordar sin que me duela.
Dime por favor cuál es el cielo, que no tiene el calor de tu mirada; y cuál es el sol que tiene luz tan sólo, y no la sensación de que me llamas.
Dime por favor cuál es la noche, en que no vendrás para velar mis sueños… Que no puedo vivir porque te extraño, y no puedo dormir porque te quiero.
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La amistad es un lazo de afecto que no puede ser corrompido por cálculos de utilidad. "A los amigos no les interesa modificar la conducta del otro, sino sólo el disfrute del otro, y la condición de este disfrute es una aceptación tranquila de lo que es y la ausencia de todo deseo de cambiar o mejorar". M. Oakeshott
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