"No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas las cualidades, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré a decir que si las tiene y si las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria".
Nicolás Maquiavelo, El príncipe.
En penultimosdias.com. Iván García desde La Habana
Aunque se sospechaba que de un momento a otro, en vísperas de la nueva integración del parlamento cubano, el 24 de febrero, Fidel Castro abdicaría de algunos de sus cargos, la noticia le puso los pelos de punta a no pocos en la isla. No era para menos. El 70 por ciento de la población cubana nació bajo el poder omnímodo del anciano guerrillero, un fósil de la Guerra Fría que ha regido los destinos del país como si fuese una finca familiar. Castro ha estado siempre detrás de todo. Desde enseñar a leer a cientos de miles de analfabetos en 1960, prometer llevar la salud y la educación gratuita al alcance de todos o colocar a Cuba como una de las diez potencias deportivas del planeta. Entrenó en la isla a guerrilleros de medio mundo. Llevó la subversión a varias naciones, con guerras costosas como las de Angola y Etiopía en 1975, pero antes en Argelia, Congo, Guinea Bissau.
Además de despilfarrar los escasos recursos de la exigua economía local, ya en 1962 había puesto a Cuba al borde de una guerra nuclear, cuando aceptó tropas y armas atómicas rusas en el territorio nacional. Para muchos fue un aventurero impredecible, para otros, el tipo bravucón que sacaba de quicio a los gringos. Eso sí, carismático y super locuaz. Fueron pocos los que se detuvieron a analizar los desvaríos del líder. Si una mañana decía a sembrar plantas de café en las afueras de La Habana, allá iba la gente, a ritmo de conga. Su mentalidad guerrillera no concebía que los niños necesitaban juguetes más de una vez al año y que una persona no era pequeño burguesa ni tenía flaquezas ideológicas por querer tener unos blue jeans, gustarle los Beatles o poseer dos pares de zapatos.
El comandante creaba un plan tras otro, algunos descabellados. Casi todos fracasaron, o el líder máximo se aburría y pasaba al próximo proyecto. Su capacidad de inmiscuirse y querer saberlo todo es proverbial. Desde dirigir la guerra de Angola en una oficina de La Habana hasta calcular la cantidad exacta de bombones que tocaba a cada soldado en las trincheras africanas. Quisquilloso y ególatra, astuto y malhumorado, Castro ya es historia. Sus partidarios son cada vez menos: 7 de cada 10 cubanos desaprueban su gestión.
En la mañana del 19 de febrero de 2008, la gente de a pie tomó con calma la noticia. Cansados de campañas revolucionarias, marchas y consignas, los cubanos dudan que el próximo presidente, no sea una continuación de su política. Pero también hay un resquicio para la esperanza. Algunos como Juan Oñate, obrero, cree que aunque nada cambie, "al menos Raúl habla menos y no está presente tanto en la vida de los cubanos como Fidel".
Los disidentes no son tan optimistas. Martha Beatriz Roque Cabello, presidenta de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, piensa "que todo no es más que una vulgar sucesión".
Los hay esperanzados, como el economista Rogelio Ruiz, que opina que el gobierno adoptará el modelo chino, flexibilizará los viajes al exterior y eliminará el CUC, la moneda que representa a la divisa fuerte y la que posee valor real. Pero ya la calma escasea. Tras casi 50 años de pobreza material y penurias, la paciencia se agota y la desilusión aumenta. Para el cubano medio las buenas noticias siguen siendo la posibilidad de emigrar al extranjero o de que un familiar te pueda enviar 100 dólares, o mejor aún, 100 euros. Eso sí, la gente está consciente de que ya nada será igual después del supermartes cubano.
El trabajo de la maquinaria del partido para que los cubanos se acostumbraran a que Castro no era imprescindible, demoró año y medio. Si los cambios que pronostican algunos optimistas en la Isla y en el exterior se suceden a ese ritmo, entonces habrá que seguir esperando. Y si algo saben los cubanos es esperar.
Otros comentarios
"Me alegro por todo mundo. Por Fidel también. Que descanse un poco. Que se ponga a escribir sus memorias. Su problema es que no confía en nadie, ni en su hermano. Esto que está haciendo podría haberlo hecho hace 25 años"—Eliseo Alberto Diego.
"Que esta dictadura en su parte más cerradamente unipersonal termine por voluntad del dictador no me representa un avance, sino un estado de cuentas. Yo llegué, me arraigué y me voy porque así lo dictan mis condiciones físicas. En todo esto no interviene en lo mínimo la voluntad del pueblo, tan enarbolada"—Carlos Monsiváis.
"Aun si Castro ya no se encuentra al mando, la maquinaria represiva que él construyó a lo largo de casi medio siglo se mantiene completamente intacta. Hasta que eso no cambie, es poco probable que se produzcan avances concretos con respecto a los derechos humanos en Cuba"— Human Rights Watch.
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