Thursday, November 08, 2007

Desastres: Poder, naturaleza y solidaridad

Tabasco, un lugar arrasado por las aguas y previamente por sus políticos.

Afectados por la alteración del poder de la naturaleza y por la distorsión de la naturaleza del poder, la agenda de prioridades se trastorna hasta perderse. Lo urgente desplaza a lo importante y como cuadrillas de bomberos sin manguera andan los gobernantes que, a pesar de la circunstancia, buscan tomarse fotos con los miserables para hacer creer que ahí estuvieron en la hora incierta.
Casi por temporada, los gobernantes anuncian desastres naturales, eludiendo los agravantes artificiales y reclamando la solidaridad urgente que, a la hora de ejercer el presupuesto, niegan a la ciudadanía. Entre el mal tiempo y el mal gobierno, el número de damnificados forma ya parte de nuestra estadística nacional. Al arranque del año vienen los incendios. A mediados, las sequías. Después, las lluvias con sus inundaciones y deslaves. Más tarde, los huracanes. El frío es el regalo de fin de año. Es el cuento anual de nunca acabar. Temporada tras temporada, año tras año, la inercia del calendario impone la desgracia natural en turno. Desgracia que, superada en su expresión más trágica, deja ver enormes capas de negligencia e indiferencia frente a algo que, pese a su carácter natural, tenía mucho de error humano.
Vienen los llamados urgentes. A buscar cobertores, alimentos enlatados, agua embotellada, pañales desechables, depósitos en cuenta y, pasada la emergencia, las malas costumbres y las viejas rutinas regresan, apelando al azar para que el año entrante no se repita el desastre natural correspondiente. Pasada la emergencia viene el descuido. Las políticas de fondo se abandonan. Los planes para reubicar colonias, replantear el trazo de la carretera, evitar la deforestación, desazolvar las cuencas, ordenar la construcción en los litorales, mantener los programas de mantenimiento o los de protección civil se aflojan.
La foto de aquel hombre que arrastra el río y después aparece muerto en la ribera. El testimonio gráfico de la casa con paredes pero sin techo. La imagen captada desde el helicóptero donde infinidad de manos claman, reclaman y pelean una despensa. Todas ésas ya no son estampas nuevas. Lo peor es que, superada la emergencia provocada por el poder de la naturaleza, viene la denuncia de la naturaleza del poder que, a sabiendas de lo que podría ocurrir, desvió los recursos, abandonó la obra, olvidó el mantenimiento, toleró el asentamiento humano donde no debía o, sencillamente, se robó el dinero o licitó la obra a quien nunca la hizo. Es tan doloroso como desesperante.

El Edén en desgracia

Para Granados Chapa:
Ineptitudes o corrupción o la mezcla de ésos y otros factores, junto con la abundancia de las lluvias se reunieron para generar el enorme infortunio que agobia a los tabasqueños. No deberá soslayarse una averiguación puntual sobre esas circunstancias, no sólo para fincar responsabilidades sino sobre todo para evitar que periódicamente se reproduzca el desastre. Pero eso vendrá después. Hoy, por lo pronto, la voz de orden es solidaridad. Tabasco necesita de todo y de todos. Los 17 municipios sufren inundaciones. El 80 por ciento de la superficie del estado está bajo las aguas, y casi toda la capital se ha inundado porque el río Grijalva y las lagunas aledañas se desbordaron. La cifra de damnificados se aproxima al millón, y una tercera parte de ellos requería alojamiento donde satisfacer sus necesidades básicas. Cien mil personas deambulan por Villahermosa sin destino y algunos refugios que podrían albergarlos se anegaron también y su población debió ser trasladada a otros lugares.

A Germán Dehesa le "encantaría ver a Madrazo, o a Andrade en la primera línea de los rescatistas. No están. Ellos cumplieron con no hacer las obras que ya habían sido aconsejadas como urgentes; no hicieron nada y desaparecieron. Quedamos nosotros, los ciudadanos de siempre, para ayudarnos unos a otros. La tarea es enorme y el propio Gobierno federal nos ha hecho saber, cosa que antes nunca ocurría, que está rebasado y que precisa de la acción ciudadana que, por lo pronto, se traduce en dos tareas: el acopio de ayuda y su repartición".

Según Ciro Gómez Leyva la tragedia de Tabasco se pudo haber evitado con medidas relativamente sencillas y baratas. Pero no se hizo y hay cerca de un millón de damnificados y el costo humano, social y económico es incuantificable. "Es cómodo y moderno culpar de la desgracia al omnipotente calentamiento global. Hace más de cuatro años se creó el Proyecto Integral de Control de Inundaciones para brindar protección contra el desbordamiento de los principales ríos. Se le asignaron 2 mil millones de pesos. Buena parte del dinero se entregó a las autoridades tabasqueñas. ¿Se ejecutaron todas las acciones proyectadas? ¿Hay auditorías? Más les vale a los tabasqueños saber qué falló, quiénes fueron negligentes, quién robó. De lo contrario, que se resignen a sufrir este espanto una y otra vez".

Si hoy presenciamos la dolorosa tragedia de un millón de mexicanos que luchan por sus vidas, por los básicos de sobrevivencia (agua, comida y atención médica), el "día después" significará el mayor reto al que se habrán enfrentado esos damnificados porque reiniciarán sus vidas a partir de nada: sin bienes, sin empleo, sin esperanza. A la par de la reconstrucción y reubicación de pueblos y ciudades, del financiamiento para restablecer las actividades productivas, de la reparación de escuelas, el gobierno deberá iniciar una de las mayores responsabilidades de su gestión: la de investigar las causas de la tragedia; los actos de corrupción y negligencia, el desvío de recursos, la comisión de delitos en la ejecución deficiente o inexistente de obras de infraestructura y, en todos los casos, la sanción a los responsables.
Se trata de un problema producto de una sucesión de acontecimientos que van, desde los cambios climáticos, la corrupción, el descuido, negligencia, crecimiento desordenado de la mancha urbana que alteró de manera criminal la vida natural de los ríos y, de manera especial, a la ausencia de una política de Estado para prevenir desastres naturales como ese. Un conjunto de gobiernos e instituciones que a lo largo del tiempo no hicieron su trabajo, descuidaron sus respectivas responsabilidades y se olvidaron de la cultura de la prevención.
Frente a la deuda de las instituciones, de todo el país se produjo una rápida y copiosa respuesta en apoyo a los compatriotas damnificados. La ayuda fluye lenta, pero la respuesta ciudadana es, como siempre, ejemplar, un ejemplo que no penetra entre los políticos y los gobernantes que por mucho tiempo no tendrán cara para pedir el voto de los tabasqueños.

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