Tuesday, January 28, 2014

La Democracia en América

Escribe José Antonio Aguilar Rivera en Nexos:

Vale la pena citar en extenso las conclusiones al segundo volumen de la Democracia en América. Ahí Tocqueville describió la sociedad democrática: “las almas no son vigorosas, pero las costumbres son suaves y las leyes humanas. Si bien no hay grandes devociones y hay pocas virtudes que sean muy altas, brillantes y puras, en cambio los hábitos son constantes, la violencia es rara y la crueldad es casi desconocida. Los hombres viven vidas más largas y su propiedad está más segura. La vida no es muy vistosa, pero es muy cómoda y pacífica. Hay pocos placeres que sean muy groseros o muy delicados. Hay poca cortesía en los modales pero muy poca brutalidad en los gustos. Uno raramente encuentra hombres muy ilustrados o poblaciones muy ignorantes. El genio se vuelve escaso y la ilustración más común. La mente humana se desarrolla a través de los pequeños esfuerzos combinados de todos los hombres y no por el impulso poderoso de unos cuantos de ellos. Hay menos perfección, pero más fecundidad en los trabajos… casi todos los extremos se vuelven suaves y romos, casi todos los picos se desgastan para transitar a la medianía, que es a la vez menos alta y menos baja, menos brillante y menos oscura que lo que se había visto en el mundo. Veo esa masa innumerable compuesta de seres similares, en donde nada se eleva o cae. El espectáculo de esta uniformidad universal (y de esta mediocridad) me entristece y me asusta, y estoy tentado a lamentar la sociedad que ya no existe. Cuando el mundo estaba lleno de hombres muy grandes y muy pequeños, muy ricos y muy pobres, muy ilustrados y muy ignorantes (muy afortunados y muy miserables), volteaba la vista de los segundos para fijarme en los primeros y éstos deleitaban mi mirada. Pero entiendo que este placer surgía de mi debilidad; puedo discriminar y escoger de entre tantos objetos aquellos que me placen porque no puedo ver todo lo que me rodea a la vez. No le ocurre así al Ser eterno y todopoderoso, cuyos ojos necesariamente abarcan, a la vez, a toda la humanidad y a cada hombre en particular. Es natural creer que lo que más satisface la vista del creador y preservador de la humanidad no es la prosperidad singular de unos cuantos sino el mayor bienestar de todos, así que lo que me parece decadencia a sus ojos es progreso; lo que me lastima, a él le place. La igualdad es, tal vez, menos alta, pero es más justa y su justicia conforma su grandeza y su hermosura”. 

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