Wednesday, March 06, 2013

Mapas de la corrupción


Como era de esperarse, el combate a la corrupción desde Los Pinos fracasó. La inútil Secretaría de la Función Pública, inventada como Secretaría de la Contraloría por el presidente Miguel de la Madrid en 1982, fue suprimida treinta años después. Misión imposible: la corrupción no era una plaga del sistema político mexicano, era el sistema.
Nunca hizo falta una burocracia adicional para atrapar a los funcionarios corruptos. Se sabía quiénes eran, y estaban advertidos; no para encarcelarlos, sino para tenerlos chantajeados y sumisos. Lo importante era el respeto al principio estructural del sistema: el Supremo Árbitro es el dueño del queso.
Siempre se supo que crear trámites crea oportunidades de extorsión. Sirven para que nadie pueda hacer nada sin permiso.
Ni el poder ejecutivo, ni el legislativo, ni el judicial, han demostrado capacidad de autodepurarse. El combate a la corrupción tiene que ser emprendido por la sociedad desde abajo y desde afuera. Los simples ciudadanos deben empezar por los charalitos. Los peces gordos pueden ser enfrentados por la gran prensa, las grandes empresas, los intereses extranjeros. Lo que está al alcance de grupos voluntarios es sanear dependencias menores con una acción externa eficaz y tenaz.
Alguna vez propuse hacer una Enciclopedia de la mordida en México que detallara dónde, cuándo y cuánto hay que dar, como las guías turísticas informan sobre las propinas.
(http://monitordecorrupción.org).
Habría que empezar por las mordidas más frecuentes y de monto menor, porque son más fáciles de compilar significativamente, porque afectan a más personas y porque suprimirlas no tiene un costo político excesivo (los jefes perderían control mafioso, pero ganarían oportunidades de adornarse).
Construir mapas urbanos donde se pongan banderolas en los lugares más corruptos, con todos los detalles, exhibiría a las autoridades y tendría consecuencias. Que desaparezcan las mordidas de tránsito, por ejemplo, es perfectamente posible y tendría un efecto multiplicador: una vida más digna de respeto para los policías, un ejemplo estimulante para otros grupos voluntarios y un mejor clima social: la satisfacción de vivir en un país que mejora.

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