Thursday, June 16, 2011

Borges, el eterno

Este 14 de junio se cumplieron 25 años de la muerte de Jorge Luis Borges en Ginebra a los 86 años. No fue una casualidad ir a Ginebra para morir, una ciudad con la que tenía lazos de la infancia. Borges no quiso volver a Buenos Aires ante el temor de que su agonía se convirtiera en un espectáculo nacional. La idea le aterró de tal manera que cuando supo que estaba enfermo de cáncer, durante una gira por Italia, le pidió por favor a su mujer, María Kodama, que no dijera nada y que volaran a la ciudad suiza. Ya allí le comunicó su intención de quedarse hasta el final. Sin embargo, su recta final no fue la de hombre resignado. Durante los meses que pasó esperando a la muerte se dedicó a estudiar árabe.




Me gusta el centro de la ciudad, me gusta la ciudad y me gusta la mañana. Me gustan las mañanas, el centro, la esperanza, la ilusión de que cada día puede ser el comienzo de algo, que se desvanece a medida que el día avanza. Me gusta esa ilusión de cada amanecer, y la cultivo. Esto quiere decir que ahora me gustan los amaneceres y las mañanas.

Yo francamente no deseo el Premio Nobel. Los suecos son muy sensibles. Tienen toda la razón. ¿Quién soy yo para compararme con Neruda, con Kipling, con Bernard Shaw, con Bertrand Russell, con André Gide, con William Faulkner? Nadie, evidentemente. Creo que los suecos están en lo correcto. Además, es una especie de ritual bien establecido. He perdido la cuenta de los años: me prometen el premio cada año, se lo dan a otro y ya sé cómo es la cosa. Es un ritual que se repite a sí mismo. Ahora es un hábito del tiempo.


Qué triste pensar que la única fuerza del gobierno, es la silenciosa desesperación de la gente. ¡Es una calamidad! ¡Ineptos! Quizás yo sea el único argentino que, en caso de que me nombraran dictador, estoy seguro que renuncio inmediatamente y vuelvo a mi casa a soñar en voz alta. Pero aquí parece que hemos perdido el sentido de lo ético y lo único que realmente interesa es especular con el dinero. Una vez me invitaron un grupo de libreros de la ciudad de Rosario a dictar una conferencia, entonces fui a dar una larga charla sobre el libro. Después comimos juntos y uno de estos señores me dijo: ¡Qué lástima que eligiera ese tema, Borges!. Pero, cómo, ¿No son libreros ustedes?, pregunté, a lo que respondió: Bueno, sí, somos libreros, pero lo que realmente nos interesa es la venta de cuadernos y lápices. Eso genera desesperanza y frustración en una sociedad.

* * *

…yo creo que lo mejor sería un país que no precisara de un gobierno. Quizás con el tiempo lleguemos a eso, por el momento, no. Por el momento, el gobierno es un mal necesario, pero lamentablemente en todas partes el Estado cada vez se torna más molesto. Cuando fuimos a Europa en el año 1914, viajamos sin pasaporte y uno pasaba de un país a otro como de una estación a otra. Claro, después de la Primera Guerra Mundial comenzó a desconfiarse... ¡Pero, ahora! ¡Usted no puede salir a la calle sin la cédula o el pasaporte porque el Estado se mete en todo y hasta lo lleva detenido! ¡Es una barbaridad!.