Monday, September 13, 2010

Bicentenaria III





“Cuando ya estaban reunidos como quince o dieciséis personas, alfareros y sederos, inclusos los dos serenos, y algunos del pueblo que no pertenecían a las oficinas del señor Cura, pero que con el rumor de la novedad se habían levantado, y otros que los mismos alfareros habían convidado al pasar por sus casas, entonces dio orden el señor Cura a los alfareros para que fueran a traer armas y hondas que estaban ocultas en la alfarería, lo cual se verificó en un momento y se les repartieron a los que habían concurrido [...]
Una vez armados los pocos que se habían reunido, tomó el señor Cura una imagen de nuestra Señora de Guadalupe, y la puso en un lienzo blanco, se paró en el balconcito del cuarto de su asistencia, arengó en pocas palabras a los que estaban reunidos recordándoles la oferta que le habíamos hecho de hacer libre nuestra amada patria, y levantando la voz dijo:
–¡Viva nuestra Señora de Guadalupe! ¡Viva la independencia!
–¡Y mueran los gachupines!”
Juan Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, t. II, 1877-1882, pp. 322-323; Testigos de la primera insurgencia / Abasolo, Sotelo, García, 2009, pp. 90-91.


“Ya hemos matado más de la mitad de los gachupines que había en el reino. Pocos nos faltan que matar, pero en guerra justa; no matamos criaturas inocentes, sino gachupines de inaudita malicia”. Morelos