Wednesday, August 11, 2010

Cannabis sativa



Mucho se ha escrito en la prensa luego que Felipe Calderón propuso discutir la manera en que se está encarando el problema de las drogas.

Jorge Carrillo Olea en La Jornada (“Cannabis sativa, juanita”) pasa listado de los países donde la legalización de la marihuana es un hecho y dispara unas cifras: ´

El uso medicinal de la cannabis es legal en Canadá, Alemania, Argentina, Austria, Holanda, España, Israel, Finlandia, Portugal y pronto lo será en Suiza. En Estados Unidos 14 estados han reconocido la mariguana medicinal: Alaska, California, Colorado, Hawai, Illinois, Maine, Michigan, Montana, Nevada, Nuevo México, Oregon, Rhode Island, Vermont y Washington. California realizará en noviembre un plebiscito para su total despenalización destinada ahora a fines recreativos.
No nos hagamos, la mariguana se produce y consume cada día más y más y en más y en más ambientes. México produjo 15 mil 500 toneladas en 2006 y en 2008 llegó a 21 mil 500: o sea fue en dos años aumentó 36 por ciento (Datos del National Drug Intelligence Center del Departamento de Justicia estadunidense).
En Portugal, después de diez años de despenalización de todas las drogas, se registran resultados positivos. Han disminuido los casos de muertes por sobredosis. Los contagios del sida se han desplomado y por supuesto la violencia asociada ha caído de manera contundente.
El enfoque de salud está totalmente rebasado. Otra cosa es que nuestras autoridades no lo quieran aceptar. EU que sabe hacer y usar estadísticas dice: el tabaco produce 400 mil muertes anuales en ese país; el alcohol 100 mil; todas las drogas legales 20 mil y todas las drogas ilegales 15 mil. Advierten que no se atribuyó ni una muerte por sobredosis a la mariguana, no existen.

En el mismo diario Pedro Miguel escribe en un artículo titulado “Inexorable”:
Esa prohibición empezó siendo el camino fácil –y falso– para enfrentar la innata tendencia de una porción minoritaria de la sociedad a vivir y morir con la cabeza fuera de este mundo. Con respecto al objetivo declarado, la prohibición no sirvió de nada, pero permitió el florecimiento de mafias que conformaron, a su vez, un poderío político y militar capaz de corromper, enfrentar y derrotar a las instituciones públicas, y una actividad monetaria y financiera que es, hoy, uno de los sectores punta de la economía; la ley creó el delito. Las adicciones son anteriores al narcotráfico y persistirán, aunque disminuidas, cuando éste desaparezca, si es que un día desaparece.
Por supuesto, nadie está proponiendo la venta de cocaína, metanfetaminas o heroína en las misceláneas ni en las cooperativas escolares, ni que se permitan campañas publicitarias para tachas o mota de marcas rivales. La importación, cultivo, fabricación y distribución de drogas deben estar sujetas a controles, supervisión y pago de impuestos. Tal esquema se prestará a corrupción, claro, pero no a tanta como la que genera la actual pretensión de combatir al narco con la fuerza militar y policial.

Para Federico Reyes Heroles en Reforma (“Legalizar”):
A pesar de los récords en incautaciones y decomisos, a pesar de las extradiciones, a pesar de la caída de grandes capos como Nacho Coronel o Beltrán Leyva, pareciera que la lucha no tiene fin. ¿Cuál es el límite? El límite es el sentido común, cuando éste se ve quebrado la lucha se convierte en un capricho y, como nos recuerda Antoine de Saint Exupery, ningún gobernante puede exigir absurdos. Calderón no es la excepción… Las actividades de persecución aumentan el precio. Ello provoca el efecto perverso de elevar la remuneración. Legalizar bajaría sensiblemente el precio y disminuiría los incentivos. Habrá tráfico si hay consumo sin producción. El consumo manda.
La gran mayoría de los ingresos de los cárteles mexicanos proviene de la producción y tráfico de mariguana. Su legalización disminuiría el precio y por lo tanto los incentivos perversos. La actividad productiva legal establecería un mercado con todos sus perfiles. Habría recaudación lo cual no es un asunto menor. Pero sobre todo habría un transito de la ilegalidad a la legalidad en el quehacer de cientos de miles de mexicanos.

Por último, Xavier Velasco en Milenio (“¿Por qué legalizarlas?”) da los porqués, entre otros:
Por justicia. Valdría preguntarse qué derecho puede tener la sociedad, el Estado o el vecino a prohibir que cualquier persona de bien siembre, ya en la maceta o el jardín, las hierbas que prefiera para untárselas, fumárselas o bebérselas como cualquier té.
Por derecho. Amén de la prerrogativa elemental de vivir seguro y en paz, al ciudadano le asiste el derecho a ser alertado e informado en torno a las substancias cuyo consumo el Estado permite, controla y reglamenta. Nada habría más justo y necesario que destinar los ingresos fiscales por la comercialización de las drogas a campañas y acciones preventivas, en lugar de seguir derrochando el dinero de todos en balas, juicios, rejas y sarcófagos.
Por ética. En la guerra a las drogas el ciudadano se parece al inversionista cuyo dinero es invertido en bonos de una empresa condenada a la eterna bancarrota, cuyos competidores, cada día más ricos, además lo intimidan y amenazan.