Saturday, December 19, 2009

Guillermo Fadanelli: Libros y jabones

Cuando una persona, para saludarme, me pregunta cómo me siento o cómo estoy, le respondo de inmediato con una frase prestada. “Me siento como un jabón que disminuye todos los días”. Prefiero responder de este modo porque si intento ser sincero nada más no puedo decir algo que me parezca coherente. ¿Qué sabe uno de sí mismo? Casi nada, acaso que hay un malestar que jamás cesará o que la sopa está demasiado caliente o que las amistades se erosionan con el tiempo. Y cuando uno comienza a hacerse viejo lo único que le queda es no ser hipócrita en sus placeres.
Hoy en día me resisto a entrar a una tienda de libros: tantos títulos y nuevos escritores crean una extraordinaria metáfora de la confusión. Sobre todo las mesas de novedades donde en realidad no se encuentra novedad ni nada parecido, sino la misma burra nada más que con otro nombre (hay demasiados libros de autoayuda, hecho normal en una sociedad reprimida, consumista y dedicada a la televisión y al lucro). En mi caso tengo ya suficientes libros. Y las buenas librerías van cerrando sus puertas o rindiendo la plaza para vender tonterías. Por otra parte, las grandes bibliotecas me sobrepasan. Las obras completas me intimidan como cuando recorro un mausoleo y cada vez que aparece un nuevo escritor que es anunciado como una revelación corro a esconderme debajo de la cama.
Yo no sé cuáles serán los principios para escribir buenas novelas, pero si éstas han sido escritas con gracia, miedo y un estilo inédito entonces me interesan incluso más que el vino (que ya es mucho decir).

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