Sunday, October 04, 2009

Marai, la muerte

Un acto reflejo que no logro erradicar: al despertarme, aún medio dormido, alargo la mano para coger la suya como he venido haciendo desde hace sesenta y dos años y ocho meses. Cuando no la encuentro me invade el horror: ¿Dónde está? ¿En el salón? ¿En el baño? ¿Se ha caído? Y de pronto me sobreviene el recuerdo de su muerte; por eso no está a mi lado.

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La memoria me falla: los recuerdos más lejanos son extraordinariamente vívidos; en cambio, a veces no consigo acordarme de qué ha pasado hace cinco minutos. No protesto por la muerte, pero no deseo nada morir.

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