Wednesday, October 28, 2009

Kafka y el calendario

Daba mucha importancia al hecho de ir bien vestido. A sus ojos, era una descortesía acudir a cualquier sitio con una corbata mal anudada. Encargaba sus trajes a un sastre de primera, y para vestirse se tomaba siempre mucho tiempo, aunque no por vanidad. Se examinaba en el espejo con ojo crítico, sin autocomplacencia, con el objeto de no llamar la atención.

Le encantaba hacer recados porque le gustaba la gente sencilla. En nuestro barrio estaban acostumbrados a verlo con el cesto de la compra o la jarra de la leche en la mano… Muchas mañanas salía a dar un paseo solo… mostraba rechazo frente al teléfono y sufría cuando sonaba. Yo tenía que responder a todas las llamadas. Creo que todas las máquinas y los objetos mecánicos le inquietaban. Mi calendario, en el que cada día aparecía una sentencia, le apasionaba. Más tarde tuvimos uno cada uno, y en ocasiones especiales Kafka solía «consultar el calendario». Cuando una vez se me rompió un cuenco de cristal en el que estaba lavando unas uvas -a él le gustaba mucho comer uvas y piña-, apareció de inmediato en la cocina con el calendario y con los ojos muy abiertos me dijo: «¡Un instante puede romperlo todo!». Entonces me entregó la hoja. La verdad sonaba tan trivial. Él sonrió.

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