Friday, August 21, 2009

Nada animal nos es ajeno

¡Perro! ¡Burro! Rata o mula -usamos con generosa espontaneidad los nombres de los animales para insultarnos. No nos parece extraño; para injuriar nos basta traer a cuento oficios vinculados con ellos: palafrenero, porquerizo, carnicero. Todo sugiere que para ver a nuestros semejantes con nitidez les tenemos que asignar una especie animal; enfocamos mejor al tonto si le llamamos buey, al vil verraco, al parlanchín cotorro, al usurero buitre, mosca a la mustia, mariposa al puto, coyote al intermediario, zángano al ocioso, chivo o paloma a la víctima, pavorreal al vanidoso y al soberbio divina garza, cocodrilos sagrados a las eminencias, viejos lobos a los hombres con experiencia, urracas a los avaros, gallinas a los cobardes, en fin, bestia al imbécil. Por esa misma segunda naturaleza con que expresamos nuestro resentimiento hacia la primera nos encabritamos, nos pavoneamos, nos avispamos, nos arañamos, nos hacemos pato, nos engatusamos con alguien o por alguien, tenemos piel de gallina. Incluso la admiración nos transporta al parque zoológico: el león, el águila, el tigre prestan su majestad a la arrogancia. En cuanto abrimos la boca, la fábula empieza a escurrir de nuestros labios.

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