Friday, October 03, 2008

Aristóteles y Tlatelolco

En 1968, los jóvenes de Europa, los de Estados Unidos, los de América Latina tenían mucho que reclamarle a la sociedad. ¿Qué mundo les legaban sus padres? ¿Qué harían al graduarse? ¿Qué les ofrecía la sociedad de consumo? ¿Qué les brindaba su país?.

El ejército tomó la plaza y hombres vestidos de civil que llevaban un guante blanco o un pañuelo para identificarse desataron la balacera. La desbandada fue general y el fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron el lugar en un infierno. Según el periódico inglés The Guardian, murieron más de trescientas personas y las que llegaron a los hospitales tenían heridas en la espalda, en los glúteos, en las piernas, porque les dispararon por detrás mientras huían. El único movimiento estudiantil en el mundo que terminó en una matanza fue el de México. Han pasado 40 años de la masacre del 2 octubre en Tlatelolco, pero los mexicanos no olvidamos el acontecimiento más trascendente de México en la segunda mitad del siglo XX. La frase "2 de octubre no se olvida" recuerda a una generación que luchó contra el autoritarismo y cada año convoca a una marcha que sigue exigiendo el esclarecimiento de los hechos, a pesar de haber llevado al ex presidente Echeverría al banquillo de los acusados.

Hace 24 siglos Aristóteles consignaba que cuando el hombre se aleja de la ley y la justicia se transforma en el peor de los animales. Pensadores de todos los tiempos han reiterado que las leyes son centrales en la preservación de la civilidad. Y la majestad de las leyes aparece cuando un magistrado resuelve y juzga inspirándose en lo justo y lo legal. En ese ámbito, la suprema corte tiene enormes responsabilidades. Una de ellas está en ser la última instancia a la que pueden recurrir quienes tienen garantías individuales violadas por las autoridades. Durante décadas la suprema corte de justicia estuvo sometida a los dictados del presidente. El ejecutivo reinaba sobre el presupuesto, el congreso y las leyes. Entretanto, los mexicanos veían con indiferencia y desdén el desconocido mundo de sombras y corrupción en que estuvo sumido el poder judicial. En esa historia negra destaca el vergonzoso comportamiento que mostraron los jueces ante el movimiento estudiantil del 68 y la noche de Tlatelolco. En lugar de defender la justicia, se aliaron con una de las partes. Si miles de jóvenes abdicaron de la vía pacifica, en parte fue porque la legalidad y la justicia se quedaron encerradas en bibliotecas jurídicas empolvadas por la falta de uso.

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