Tuesday, July 15, 2008

Receta del bebedor heroico, dos cartas de Paz, etc.



El miércoles 9 de julio, Milenio publicó una entrevista con el poeta Alí Chumacero. Aquí algunas de sus ideas:

Un literato mamón. ‘Es un literato apretado. El escritorcito que llega a apantallar es un mamón y además un imbécil.
Sus colegas de oficio. ‘La mayor parte de mis cofrades cree que ya se comió al mundo, que se lo merecen todo, y claro, merecen mucho, pero también deben ser más humanos y más generosos de lo que son’.
Su obra y su vitalidad. ‘He escrito muy poco. No me arrepiento. Es mejor dejar una línea perdurable que un grupo de libros que se tiran al cesto de la basura... Algún día lo lograré. Todavía estoy joven y soy fuerte. Todavía estoy luchando, leyendo muchos libros. Todavía estoy en el juego y estaré hasta el último momento’.
Su receta para ser un bebedor heroico. ‘Se debe comer muy bien, beber pausadamente, y cuando se acaba, sin alterar la voz, decir: otra botella’.
La nada. ‘Pienso que lo que triunfa al final es la Nada. No soy escéptico. Soy nihilista. La Nada es lo que triunfará. Pienso que la materia no es más que un descuido de la Nada. Le metieron un gol. No sé quién, pero la que manda es la Nada, y tarde o temprano va a triunfar. Los miles y millones de siglos tendrán que ceder ante la Nada’.
El placer de vivir. ‘He vivido con mucha intensidad. Tengo el prestigio de haber sido un hombre que no se ha arredrado. Que le ha gustado mucho respirar, oler, tocar... que ha ido a la calle y no le ha dado miedo nada. He estado en la cárcel, he viajado un poco —lo menos posible— soy poco viajero. Soy un hombre apegado a su origen’.


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La admiración del poder en otros es tan natural al hombre como el apetito de poder; éste lo hace un tirano; aquella un esclavo. La corona dorada no sólo enorgullece a quien se la coloca en la cabeza; deslumbra también al miserable encadenado en una mazmorra; y si pudiera liberarse de sus grilletes, se desentendería de los desgraciados que ha dejado atrás para tener una oportunidad de admirar esos espejitos relumbrantes en alguna ceremonia anual. El esclavo, sin ninguna esperanza ni consuelo, se aferra a ese destello de la ostentación real que insulta su miseria y su desesperación. Desde los ojos vacíos del hambre contempla la insolente soberbia y el lujo que la ocasiona y abraza con más fuerza sus cadenas, porque no tiene nada más. William Hazlitt


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Dos cartas más de Octavio Paz de los diarios de Salvador Elizondo
Querido Salvador:
Me alegra que te haya gustado lo que digo sobre ti en la entrevista con Carlos Monsiváis. Por cierto, hay una errata: yo no dije memoria sino ceremonia. Sobre lo de la Guggenheim: Con gusto daré mi opinión (por supuesto totalmente favorable). Sin embargo, debo advertirte que, antes que tú, otro escritor mexicano, al que también estimo mucho, me había pedido lo mismo. Pero no te preocupes: la Guggenheim acepta que uno opine favorablemente sobre dos o tres escritores.
Marie-José y yo recordamos con nostalgia el encuentro con ustedes en casa de Leonora.
Un saludo afectuoso,
Octavio [Paz]
Nueva Delhi, a 9 de abril de 1968.

Querido Salvador:
Me alegra que estés en Europa. Me deslumbra tu idea de aprender el alemán e internarte en los dédalos de la filosofía. Algo que yo quise hacer y que nunca realicé. No sé si en Alemania todavía existe lo que se llama filosofía, aunque sin duda es el país más rico en tradiciones filosóficas. En realidad, no sé si la filosofía tenga un sitio en el mundo moderno. Lo tienen la lógica, la ciencia y, así sea como actividad privada, la poesía. Me responderás, con razón, que el tema de la muerte de la filosofía es un tema filosófico...
Desde luego que escribiré el prólogo. Lo único que me inquieta es la fecha. Por el momento, no podría hacerlo. Debo terminar antes otras cosas urgentes y que me había comprometido a entregar hace más de dos meses. Pero creo que podría enviar mi texto a García Cantú a fines de junio. ¿Te conviene la fecha? Si es así, dile a García Cantú que me escriba.
Un abrazo,
Octavio [Paz]
P.D. Ya envié la carta a la Guggenheim... Tu juicio sobre Blanco me anima. ¿Qué escribes ahora?

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La muerte. La de Nietzsche, la nuestra, la de nuestros hijos; por sobredosis, por frío, por hambre, por SIDA, por cáncer; en un coche, en un hospital, en la cama tomando la siesta. La del teporocho, la del intelectual, la de Heidi Klum. El mismo momento, los mismos miedos, iguales dudas, crispaciones, nervios; todo encaminado al descanso eterno, a la nulificación existencial. A la nada. A lo negro. Los peregrinos, los caminantes, los viajeros, los turistas, tanto el peregrino apóstata y burgués como el misionero, como Ulises, como el gringo en Vallarta, la misma luna (el mismo cielo, las mismas nubes, estrellas, dioses, truenos, soles, ángeles, avernos). El fuego; los furiosos, los imbéciles, los indigentes, los tranquilos, los pensionados, el delirio místico, los mercados, el Mercado; los amores, el Amor, los hombres, el Hombre, las muertes, las ambiciones, las luces, las suegras, los estertores del bajo vientre, las infancias, las diversiones, las razones para seguir en la vida, para abandonarla, las culturas, las religiones, las existencias, las dudas, los mitos de creación, las cenas, los cielos, las piernas, pensamientos, pláticas, sentimientos, moléculas, temblores. Todas las cosas. Degetau Sada

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