Ya suficiente daño se le hizo a la autoridad electoral violando el principio de inamovilidad de los consejeros actuales del IFE como para que ahora, quienes vayan a sustituir a los tres que salen este año, resulten personajes vinculados con los intereses políticos o partidarios de los senadores. Quien construyó la casa no puede ser el que la habite. Difícil será encontrar a ese personaje -equidistante y confiable- para los partidos. Pero aún más complejo se vuelve ese asunto cuando ha de asumirse que el elegido debería poseer conocimiento suficiente en las materias administrativa y judicial del complejo universo electoral.
No más negociaciones en lo oscurito, no más nombres sacados de la manga. Los nombres de los posibles candidatos al consejo partirán de la propuesta de los grupos parlamentarios, esa propuesta debe ser clara y manifiesta, pública y no secreta. Si los nuevos integrantes del consejo son producto del juego de la precipitación, del albazo, el cobro de rencillas y las revanchas en el escenario del arreglo en corto y la mesa de las negociaciones opacas de poco valdrá salir del actual consejo.
Al respecto Pablo Hiriart reconviene en La Crónica:
El nuevo presidente del IFE tiene que dar garantías a los partidos, para que acaten su autoridad como árbitro de las contiendas electorales. Tiene que dar garantías a la sociedad, en el sentido de que no se dejará presionar por los partidos políticos y sujetará sus decisiones a la ley y al interés de la nación. También tiene que ser un convencido de que la nueva legislación es buena, porque sería un contrasentido elegir a alguien que piense que con esta reforma electoral el IFE ha perdido su autonomía y, por tanto, no la haga valer.
Habría que descartar, de entrada, a Jorge Alcocer. Se le menciona por su indudable conocimiento de la nueva legislación electoral, de la que en buena medida es artífice. Es demasiado cercano a los líderes camerales del PRI y no cuenta con la confianza del PRD. Inteligente, preparado, se le ve como un personaje mucho más cercano a los intereses de los partidos que a los ciudadanos.
Diego Valadés no debería ser presidente del IFE. Fue un promotor de la anulación de las elecciones presidenciales de 2006, para lo cual no había motivos más que dar el gusto al candidato derrotado. Valadés mostró sus debilidades el año pasado, al entregar su prestigio académico a la causa innoble de ambiciosos que quisieron entrar a Los Pinos por la puerta trasera. No es un árbitro confiable. Quiso ser presidente del IFE en la anterior elección, pero la lista de agravios que el PAN presentó en su contra fue tan extensa que su candidatura abortó sin mayor discusión. Además, ¿por qué siempre los mismos? Para la PGR, Diego Valadés. Para la Suprema Corte, Diego Valadés. Para Derechos Humanos, de nuevo Diego Valadés.
Ya es tiempo de que surjan caras nuevas que consoliden a una nueva generación en los puestos de mayor relevancia en el país.
Para Raymundo Riva Palacio, entre los candidatos a competir por el primer lugar en la categoría del político mexicano más patético se encuentra Luis Carlos Ugalde. Increíblemente para una persona de su linaje académico, nunca entendió su papel dentro del instituto electoral. Parece desencajado de la realidad que lo rodea. Aparentemente distanciado del resto de los consejeros, está realizando giras de despedida por todo el país buscando entrevistarse con los principales medios de comunicación y preparando una batería de artículos, donde quiere analizar la reforma que lo va a poner en la calle. Vanidoso como nadie previamente en su cargo, no habría que descartar sorpresas megalomaniacas para dejar impresa la huella por una institución cada vez más alejada de él. Ugalde no se ha dado cuenta de que, políticamente, apesta.
Ni Ugalde ni ningún otro consejero, en términos de reconstrucción del IFE, importa ya. Dos aspirantes fuertes a presidirlo, Jorge Alcocer y María Amparo Casar, se han venido desgastando por su relación con el PRI y sus vínculos con el partido en el poder. Hay otros nombres que circulan, y uno comenzó a ser mencionado en las últimas semanas: Juan Ramón de la Fuente. La imagen, credibilidad y reconocimiento de De la Fuente como político, lo han hecho circular en el imaginario colectivo como un activo para momentos de crisis. Mantiene una relación fluida con el gobierno de Calderón y es un político confiable para los empresarios. No hay, en el espectro político mexicano, quien pueda estar mejor calificado, a partir de resultados, que él para encabezar el IFE.
Wednesday, October 24, 2007
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