En Nuevo León lo que murió hace unas semanas fue el imperio de la ley, que ya era precario y limitado, pero quedó abatido el miércoles 9 cuando la captura de un jefe del narcotráfico produjo una respuesta aterrorizante, no por sus dimensiones que fueron enormes de suyo, sino por lo que significa de amago permanente: cuarenta esquinas de avenidas en Monterrey fueron bloqueadas con vehículos robados. Nada hizo ninguna autoridad para enfrentar este colosal desafío, cuyos límites fueron establecidos por los propios delincuentes y no resultaron de acciones gubernamentales.