Humberto Moreira está indignado. ¿Cómo es posible que malos funcionarios menores del gobierno que él mantenía bajo su control con mano de hierro (aun después de haberlo dejado físicamente como coartada para dar paso a su hermano) lo hubieran podido engañar, dándole dinero a manos llenas para gastar como mandatario que ante la súbita abundancia tal vez creía que lo era no de Coahuila sino de Dubai? Por eso, el primer alto priísta en sumarse al movimiento de los indignados ha hecho plantón declarativo para exigir que sigan investigando y castigando a esos malos funcionarios menores que endeudaron a aquel estado norteño
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Las burlas personales de Humberto Moreira hacia el ex secretario de Hacienda y candidato del Presidente en la carrera interna del PAN, podrían ser los coletazos terminales de un político que arrancó mal y terminará mal. Desde que tomó posesión como presidente del PRI, Humberto Moreira quiso chacotear con el Presidente y hacer gracejadas a costa de su investidura y de su equipo. Su explicación sobre la falsificación de documentos para contraer deuda para su estado, no ha convencido a nadie. El enriquecimiento súbito y deslumbrante de su colaborador de apellido Chayres, no ha sido explicado.
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Acontrapelo de los aires de justicia distributiva que corren en masa por varias partes del mundo, aquí un aspirante priísta a la Presidencia, Enrique Peña Nieto, muestra, sin tapujos, las feroces intenciones regresivas de la derecha. Y no es la suya cualquier facción de la derecha, sino esa que es monopólica, corrupta y depredadora. Esa derecha que ha sido, por su desbocada ambición de poder y riqueza, detonante de la inconformidad mundial y de los enormes bolsones de miseria y marginación en naciones como la nuestra. Esa derecha irresponsable e improductiva que se atrinchera tras un tramposo pensamiento de modernidad y eficiencia. Derecha que, como pregona ahora este joven producto neto de la mercadología televisiva, se afilia con cinismo a los fundamentalismos del financierismo especulador y privatizante. No bien empieza la contienda oficial cuando el ex gobernador se lanza, de manera subordinada, a la conquista de sendos grupos de presión. Sus guiños, bien se sabe, no han estado dirigidos al pueblo. Él atiende, presuroso, a los intereses de aquellos que, en este caso especial, se mueven en las alturas decisorias.