El origen de la inequidad en el acceso a los medios está en la estructura de la industria, no en el carácter comercial de la venta de spots. Una industria concentrada en muy pocas manos genera poder de discreción, de veto y de influencia indebida sobre las campañas, pero el modelo de acceso gratuito no es la solución. Lo que envilece a la política y polariza a la sociedad no es la crítica o la denigración, sino la desigualdad, la corrupción y la impunidad. Lo malo en una democracia no es que se exhiba el lado oscuro de los políticos, sino que esa democracia carezca de los instrumentos para castigar a políticos ineptos e irresponsables.
El problema de fondo de la democracia electoral es la escasa representatividad y rendición de cuentas de los partidos políticos. Esa enfermedad que algunos llaman partidocracia es la que genera enojo, hartazgo, desencanto y fomenta movimientos como los del voto nulo. En realidad, no es a través de la legislación electoral que se puede terminar con la inequidad que producen los medios de comunicación electrónica. La única manera de hacerlo es a través de modificar la estructura duopólica de la televisión: un mercado sin competencia que se traduce en la posibilidad de fijar precios pero también en el poder de discriminación.
Dotar a cada una de las autoridades electorales de las funciones para las que están preparadas: el IFE a organizar y administrar, y el TEPJF a impartir justicia electoral. Somos el único país que mantiene una burocracia electoral federal permanente y 32 burocracias locales, también permanentes. Más aún, si el gobierno federal decidiera hacer buena su obligación de la credencial de identidad, en automático se podría ahorrar el 40% del presupuesto del IFE, que es el que se dedica al registro electoral y emisión de credenciales.
En todo caso, pocas reglas sencillas, claras, operables y a las cuales esté atada una sanción creíble son siempre la mejor receta para una reforma exitosa. Derechos y deberes razonables, razonados y exigibles, son un buen camino para aminorar la crisis de representación.