Hay que aventurarse en lo desconocido, dejarse guiar por la magia de viajar que actúa como una droga y en la que el camino es el tesoro.
El gran descubrimiento del hombre no fue la rueda sino ese Otro cuando la primera tribu-familia de 150 miembros que vivía entre los dos ríos de Mesopotamia se topo con otra tribu-familia y ambos se dieron cuenta de que no estaban solos ¿qué hacer con este hallazgo? Tres reacciones son la constante en la historia: ignorarlo, entablar contacto (comercio) o guerrear.
El origen de la hospitalidad, acoger al desconocido, darle cobijo y alimento es una de las improntas de la civilización griega. Una tradición que se conserva en muchos lugares de África en los que el que nada tiene comparte todo con el extranjero. Esta costumbre se basa en la creencia griega de que el visitante podía ser un hombre o un dios disfrazado. Esa acogida llevaba pareja una responsabilidad: la seguridad el invitado. Ya nadie conoce de donde procede esta costumbre ancestral que entiende el encuentro con otra persona como un acontecimiento, como una oportunidad y como algo celebrable.
Cuando había pocos seres humanos en el planeta los peligros eran numerosos y las herramientas escasas para hacer frente a los animales salvajes y a la naturaleza. Primaba la tribu porque fuera de ella era imposible la supervivencia. Al desarrollarse la tecnología para luchar contra esos peligros con la llegada del progreso, surge el individuo. Ya no es necesaria la pertenencia al grupo para sobrevivir.