"Su distracción preferida parece que era pasear y dar vueltas solo, contemplando los árboles, las flores, los aspectos cambiantes del cielo, escuchar los pájaros, los grillos. Hasta que le conocí, no se me había ocurrido que se pudiera obtener tanta felicidad de esas cosas, tal y como él las poseía. Le gustaban mucho las flores; creo que admiraba las lilas y los girasoles tanto como las rosas. Jamás discutía ni se peleaba, y nunca hablaba de dinero. Siempre justificaba, unas veces en serio y otras en broma, a quienes hablaban duramente de él y sus escritos, y pensé a menudo que incluso gozaba con la oposición de sus enemigos.
Cuando le conocí, pensaba que se conducía con cuidado y se controlaba, que nunca hablaba con impaciencia, antipatía, quejas o protestas. Nunca hablaba con desaprobación de ninguna nacionalidad, ni de ningún tipo de hombre, de ninguna época de la historia del mundo ni de ningún oficio ni ocupación, ni siquiera contra animal alguno, insecto o cosa inanimada, ni de ley alguna de la naturaleza ni de las consecuencias de estas leyes, como pueden ser las enfermedades, las deformidades o la muerte.
No se quejaba jamás del tiempo, ni del dolor, ni de la enfermedad, ni de ninguna otra cosa; no juraba jamás, tampoco lo podía hacer porque no hablaba nunca enfadado y, aparentemente, nunca lo estaba. Nunca mostró miedo y no creo que lo tuviera jamás.
R. M. Bucke, Conciencia Cósmica
R. M. Bucke, Conciencia Cósmica