El diálogo entre tú y yo en este momento se basa en la buena fe:
tú y yo estamos haciendo el mayor esfuerzo para entendernos. Sabemos que a
veces no decimos exactamente lo que intentamos decir y nos permitimos la
caridad fundamental de corregir lo que decimos. En política la situación es
diferente. Se trata de un mundo de lunáticos de la literalidad en donde solo lo
que se dice cuenta. Es un mundo fundado en la mala fe. Si tú eres un político,
tus oponentes no están para aceptar lo que dices en buena fe. Ellos existen
para escucharte con absoluta mala fe. Ese es su trabajo. Uno tiene que entender
que no se la debe tomar personal. Yo tuve muchos oponentes políticos a quienes apreciaba
personalmente pero que sabía que deseaban mi fracaso. Y mi trabajo como
político era hacer lo mismo. Nadie debería entrar en la política sin entender
antes que se trata de un juego con reglas muy precisas diferentes a las de la
vida normal.
*
Isaiah Berlin tiene un ensayo llamado “Sobre el juicio
político”. En él, se pregunta cuál es el conocimiento práctico característico
del gran estadista. Una virtud importante es la de conocer cuánto poder se
tiene en situaciones particulares y qué es posible en cierto contexto. Los
políticos trabajan en un horizonte temporal. Tener juicio político es tener
sentido de la oportunidad, de saber si hay que actuar o no. Los políticos no
están interesados en las ideas per se, sino en si ha llegado el momento de
aplicarlas.
*
El liberalismo en sí mismo enfrenta profundos desafíos. Nuestros
regímenes democráticos en Occidente son en realidad oligarquías. Las
democracias no pueden ser exitosas si el crecimiento económico no genera
seguridad para las mayorías. Nuestras economías no están generando los
resultados que le permitan a la gente sentirse segura y confiada. Como dije, el
mundo está fracturado en regímenes autoritarios de capitalismo de Estado y
oligarquías capitalistas generadoras de desigualdad.
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