tipos
de lectores
Aquí
la tipología traducida para Letras en 360º:
El
lector promiscuo: empieza un libro y no duda en abandonarlo por otro. Así es su
dieta lectora. No puede evitarlo. Le gusta demasiado leer y no sabe decir que
no.
El
lector cascarrabias: voraz a la par que exigente. Nunca deja un libro a la
mitad aunque no le guste nada y opine que el autor no sabe juntar dos frases
seguidas con sentido. Suele lanzar el libro contra la pared.
El
lector cronológico: lento y constante. Se compra un libro, lo lee y vuelve a la
librería a por otro. Es la antítesis del lector promiscuo. Sólo abandona un
libro sin terminar de leerlo si tiene una razón de peso y ni con esas se libra
de los remordimientos de conciencia.
El
lector aniquilador: siente pasión por los libros, los lleva a todas partes y,
por eso, toda su biblioteca está formada por libros con las hojas sueltas, las
cubiertas rotas y las páginas amarillentes. Quiere tanto a sus libros que ni se
da cuenta de que les hace daño.
El
lector ocupado I: amante de los libros, entra a una librería y no puede evitar
comprar varios ejemplares. Luego llega a casa y los coloca en una estantería o
en la mesita de noche como si fueran una obra de arte. Pero está muy ocupado y
tarda meses, años incluso, en abrir los libros y leerlos. Cuando lo hace,
lamenta haber tardado tanto en leer esa maravillosa pieza literaria.
El
lector ocupado II: no le gusta leer, compra los libros para presumir.
El
librófilo: más que leer, le gustan los libros. Los viejos, por su olor, sus
arrugas y sus páginas amarillentas, y los nuevos, por su olor, su frescura y su
disponibilidad.
El
anti-lector: nunca lee libros porque son demasiado largos.
El
espíritu libre: dícese de un adulto que lee literatura para jóvenes o de un
niño que lee libros para adultos. Antaño esto era causa de sonrojo, pero ya no.
La sociedad ha aceptado a estos espíritus libres que nunca han hecho caso de
las estrictas categorías del mercado editorial.
El
multi-tarea: lee varios libros a la vez, confunde tramas y personajes, pero
siempre los termina.
El
lector somnoliento: sólo tiene tiempo de leer cuando acaba el día, en la cama.
Está comodísimo y el libro es fantástico, pero no consigue mantener los ojos
abiertos y se despierta a las tres de la mañana para cerrar el libro y apagar
la luz.
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