En uno de sus poemas Wislawa Szymborska enumera cuántas de cada cien personas son las dispuestas a admirar sin envidia –dieciocho-, las capaces de ser felices –como mucho, veintitantas-, las que de la vida no quieren más que cosas –cuarenta, aunque quisiera equivocarse-, las inofensivas de una en una pero salvajes en grupo –más de la mitad seguro-, las dignas de compasión –noventa y nueve- y acaba: “Las mortales: cien de cien. Cifra que por ahora no sufre ningún cambio”.
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Prefiero el cine. Prefiero los gatos. Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente a amar a la humanidad.
Prefiero no afirmar que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones. Prefiero salir antes.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos que se celebran todos los días.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas. Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo al que hace cola en una cifra. Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Wislawa Szymborska, De “Gente en el puente”