Hay gente sin inteligencia que busca toda su vida el poder y a veces lo alcanza. Eso no quiere decir que el poder le vaya a servir de algo, pero hay gente que no busca el poder para hacer sino “para ser” que es tan semejante a “parecer”.
El poder político hace muchas cosas pero no vuelve inteligente a quien lo detenta. Al contrario, da la impresión de que apendeja un poco, incluso a los inteligentes. Si el poderoso de entrada no tiene ese atributo es porque seguramente es un “atribruto” que alcanzo esa posición mediante engaños y otros caminos mediáticos. Fox fue un tipo de esos y lo recordé luego de leer un parte de artículos en la Nexos de este mes. Alguien metió en la cabeza del ranchero guanajuatense la idea de ser presidente y entre su megalomanía y su necedad se aferro a la utopía y lo consiguió; para ello se valió de la inteligencia de mucha gente que incluso transformo sus ocurrencias en grandes ideas; sin embargo, siendo un tipo poco inteligente, se deshizo de ella en cuanto se sintió autosuficiente.
Es claro que más que resolver los problemas estructurales del país le interesaba esa abstracción tan seductora para algunos que consiste en “pasar a la historia”, ya fuera como el héroe que saco al pri de Los Pinos, como el que perpetuó al pan o como el que hizo de su rancho un museo para auto-homenajearse. Por eso, porque no había ni inteligencia ni objetivo más allá de rellenar el enorme hueco de su frivolidad, todas las obras de su gobierno no son ahora más que sobras.