Los utópicos son muy severos en la elección de cónyuge. Os relataré una costumbre que me pareció ridícula: la mujer, sea doncella o viuda, es expuesta ante su futuro esposo desnuda, por una grave y honesta mujer ya entrada en años, y lo mismo se hace con el varón. Y como nosotros nos reímos de ese hábito, diciendo lo que nos extrañaba, se maravillaron de la insensatez de los otros países, donde al comprar un caballo, aunque valga poco dinero, son tan precavidos que, aunque esté casi desnudo, no lo compran si no le quitan los arneses, por miedo a que escondan alguna llaga o imperfección, y en la elección de cónyuge, que puede llenar de placer o de pesar el resto de nuestra vida, son tan descuidados que juzgan el valor de una mujer con sólo haber visto un palmo de ella (ya que sólo descubre el rostro, pues el resto del cuerpo está tapado por las prendas), y se casan sin prever el peligro de no congeniar si luego se encuentran con algún desagradable descubrimiento…. Puede suceder que bajo aquellos vestidos se esconda una deformidad tan repugnante que enfurezca al marido cuando ya no hay remedio…
Tomás Moro, Utopia